![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
![]() |
![]() |
![]() www.guillermordriguez.net Soberanía Nacional... Protección irrenunciable de la soberanía individual |
![]() |
||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|||||
![]() |
![]() |
||||
![]() |
![]() |
||||
![]() |
![]() |
|
![]() |
![]() |
![]() |
||||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
Los liberales vemos la soberanía
nacional como un principio irrenunciable. Y vemos la política como la actividad de la que debe traducirse la prudente
administración de la República, mediante un Estado limitado, tanto a su naturaleza y propósito, como en capacidad de ejercer
sus funciones. Funciones entre las que sin duda estar garantizar la soberanía nacional. Por eso encontramos muy peligrosas
implicaciones en el reciente conflicto diplomático entre los gobiernos de Venezuela y Colombia. Dicho conflicto, nos recuerda a
los liberales venezolanos los enormes peligros que implican la adopción, e implementación, creciente de filosofías políticas
serviles, que ha sufrido nuestro país por varias muchas décadas. Entendemos los liberales que la soberanía nacional
existe para garantizar el derecho de cada pueblo para darse a sí mismo un gobierno limitado, dedicado a proteger la soberanía
de cada individuo sobre sí mismo, de cualquier ataque interno o externo. El que los pueblos se den a sí mismos gobiernos
que hagan todo lo contrario, sólo será intolerable para el conjunto de la humanidad civilizada, cuando dichos gobiernos alcancen
grados de totalitarismo que hagan imposible el que sus propios pueblos los sustituyan voluntariamente. Ese no es aún el caso
de Venezuela... Y con el esfuerzo político y pacifico de los propios venezolanos, es posible aún evitar que llegue a serlo
en el futuro; sin necesidad alguna de interferencias externas que violen nuestra soberanía nacional. Interferencias
que, por lo demás, son capitalizadas internamente en su propio favor, por un gobierno neo-izquierdista revolucionario, que
gracias a las mismas se atornilla en el poder, al ser muy poco probable que lleguen a las últimas consecuencias.
Y que aún en tan sangrienta hipótesis, lo que pueden sembrar es un odio profundo e irracional... y el inveterado deseo de
revancha. Fuentes de guerras civiles y enemigos casi invencibles de la paz y el progreso de cualquier Nación que los padezca. NUESTRA
TRADICIÓN La tradición liberal se desarrolla en torno a la idea del Estado limitado a sus funciones naturales –legislación, seguridad, justicia
y defensa- y nos habla de un Estado fuerte. Fuerte en aquello que le es propio, lo de naturaleza represiva. Inexistente
en aquello que no le es propio, lo de naturaleza voluntaria. Limitado no sólo en sus funciones. También en el ejercicio
del poder -aún dentro de sus funciones naturales, y muy especialmente en la de legislar- por el respeto de los derechos individuales
inalienables a la vida, libertad, propiedad, y expresión libre de la personalidad de que deben disfrutar todos los individuos. Esa misma tradición , aunque algunos no lo han llegado a ver claramente, es en realidad contraria, no sólo al mal llamado “derecho positivo”,
sino a la idea misma de una “soberanía, individual o colectiva originaria” como fuente del derecho,
o de un “pacto social” originario. Pues para el liberalismo la soberanía reside en cada individuo... y
es irrenunciable. Cada individuo es naturalmente soberano de sí mismo, y su propia soberanía está limitada únicamente
por el necesario respeto a la soberanía individual de todos, y cada uno, de los demás individuos. El Estado debería existir
únicamente para proteger la soberanía de todos, y cada uno, de los individuos que actúan bajo su amparo, y dentro
de su territorio. La forma en que se elijan, se estructuren e interactúen –entre sí y con los ciudadanos- las instituciones
al cargo de la legislación, y las funciones de gobierno, debería responder principalmente a la necesidad de mantener al Estado
limitado. Y dado que ninguna de las formas practicadas para ello, hasta la fecha, han sido razonablemente exitosas en el tiempo
en tal empeño... Pero unas se han alejado mucho más que otras del objetivo. Tenemos una razonable idea de donde empezar, y
en que dirección avanzar, para desarrollar un nuevo modelo de constitución liberal. Si bien la mayor del trabajo ya fue adelantada
para nosotros a finales del siglo XX, por Friedich A. Von Hayek, en no menor grado, a lo que significó para el desarrollo
del modelo constitucional de la revolución americana, el trabajo intelectual de Charles-Louis de Secondat Baron de Montesquieu
para mediados del siglo XVIII CUATRO
AMENAZAS PARA LA SOBERANÍA Tal modelo necesariamente requiere
instituciones capaces de proteger efectivamente la soberanía individual, de todos y cada uno, contra cuatro peligros: 1- El que puede representar la acción
delictiva de cualquier individuo, contra la vida, libertad o propiedad, de cualquier otro individuo. 2- El que puede representar la voluntad
de la mayoría democrática, o de una minoría poderosa, expresada a través del control ilimitado del poder del Estado. 3- El que pueden representar organizaciones,
o instituciones, específicamente orientadas contra la soberanía de algunos individuos, especialmente cuando estos la ejerzan
sin violar la de ningún otro. 4- El que pueden representar otros
Estados, u organizaciones que asumen todas, o algunas, de las funciones del Estado. Para contrarrestar tales amenazas: Unos liberales creen que es posible
mantener y aplicar el modelo constitucional desarrollado por los padres fundadores de los EE.UU. depurándolo, de las violaciones
contra sus principios, que acumuló con los siglos. Algunos creen que es necesario
eliminar el Estado en la forma que lo conocemos, y sustituirlo por instituciones que presten los servicios de naturaleza represiva
por mecanismo competitivos de mercado. Y otros pensamos que hay
que desarrollar y aplicar un modelo de limites constitucionales al poder del Estado enteramente nuevo. Basado en el estudio
del proceso por el cual los limites de modelo de la revolución americano fueron rebasados por el estatismo socialdemócrata
anglo-americano. Pero todos entendemos que es necesario
que exista capacidad real de respuesta ante las cuatro amenazas descritas... incluida la de otros Estados. Y en tal sentido,
la mayoría de los liberales entendemos que el Estado liberal ejercerá una soberanía, dramáticamente limitada
ante la superior soberanía individual de sus propios cuidadnos, pero absolutamente ilimitada frente a otros Estados, o cualquier
institución que ejerza, total o parcialmente, alguna de sus funciones, o detente, de hecho o de derecho, alguno de
sus poderes. En tal sentido, los liberales consecuentes
con nuestra tradición y principios, somos los más completos defensores, de la soberanía nacional como concepto virtuoso y
necesario, frente a ideologías serviles que se sirven hipócritamente del nacionalismo, mientras impulsan, paso a paso, y con
el menor “ruido” posible, un gobierno totalitario mundial. MILITARES
PA´ LOS CUARTELES... Y LAS FRONTERAS Ha preocupado especialmente
a los liberales venezolanos, de entre las muchas acciones de la revolución, la de emplear la Fuerza Armada, para funciones
que no son propias, ni de la Fuerza Armada, ni del Estado mismo. En
tal sentido es interesante recordar que mientras la “oposición” estatista entera, desde el paleo-izquierdismo
socialdemócrata, hasta la autodenominada “sociedad civil”, callaba o aplaudía, el protagonismo militar creciente
en la política. Sin dejar de lado que en el otro bando aplaudían, y aplauden aún, la misma tendencia, pero a favor de su propio
lado. Con el, el inevitable autoritarismo y la búsqueda de salidas de fuerza
a los conflictos políticos. Fue el movimiento Liberal RESISTENCIA CIVIL , el que marchaba tras pancartas que decían... Militares pa´ los cuarteles...
y llamaba fortalecer la presencia y capacidad de la Fuerza Armada Venezolana en la frontera. Porque la defensa territorial
es una función natural del Estado. Y los militares deben ser militares. Entendemos que un gobierno neo-izquierdista
que intenta llevar a sus últimas consecuencias lo que el paleo-izquierdismo de cuarta, dejó a medio camino, se excederá, tanto
o más, que la adecocracia en el desbordamiento de las funciones propias del Estado, su hipertrofia, la asfixia de las fuerzas
productivas, la violación de los derechos individuales por medio de la legislación, y la construcción sistemática de un aparato
legal e institucional que sancione, en todo y para todo, la tiranía absoluta de la mayoría, expresada irónicamente: en, para,
y a través de, un liderazgo carismático unipersonal. Y entendemos que ello se intenta, y se intentará, modificando el sistema
legal de la paleo-izquierda, pues en la naturaleza del mismo está implícita la potencia para desarrollar tal cambio ordenadamente. Lo anterior, sin embargo, no requiere
necesariamente ocupar la Fuerza Armada en labores que gubernamentales fundamentales del modelo estatista empobrecedor de la
neo-izquierda. Especialmente porque eso, en nuestra opinión, implica desconocer que tenemos una amplia y activa frontera
con otro Estado, que se encuentra en guerra civil contra varios poderosos grupos de “irregulares” armados que
intentan derrocarlo y sustituirlo. Y que entre tanto, ejercen sobre los territorios que logran controlar, total o
parcialmente, las funciones del Estado, total o parcialmente. Y que territorialmente la guerra tiende a desarrollarse en territorio
fronterizo, y por ende, a desbordarse hacia nuestro lado de la frontera. VENEZUELA,
COLOMBIA... Y LA CUARTA GUERRA MUNDIAL Tras el desmoronamiento
de la U.R.S.S. la izquierda globalizada no tardó en reponerse de la impresión, deslastrase del fardo, y reconvertirse en neo-izquierda
multicultural, eco-dogmática, deconstructivista, sincrética pero neopagana... pero por sobre todo... antiamericana.
Objetivo simple y claro. Unir los
recursos de los escasos estados totalitarios comunistas restantes, y las fuerzas irregulares sobrevivientes por ellos apoyadas,
con el otro totalitarismo organizado, el de un fundamentalismo islámico francamente herético -Pero con una enorme masa transnacional
de seguidores entre clérigos y creyentes-. Con los recursos de los aparatos políticos, culturales y mediáticos –y muy
especialmente en los organismos supranacionales tendentes hacia la creación de un gobierno mundial ilimitado- que la paleo-izquierda
logró controlar de forma masiva y autoritaria tanto en el llamado Mundo desarrollado, como en el denominado “mundo subdesarrollado”
-Curiosa y por demás deconstruida, denominación para grupos de países que existen en el mismo y único mundo habitable conocido
para la especie humana-. La alineación de tales fuerzas, frente a la socialdemocracia “ de los EE.UU. y sus mayormente
inconsecuentes aliados, estableció la línea de batalla de una cuarta guerra mundial. En Venezuela, el puntofijismo –que en la guerra “fría” fue una aliado retóricamente ambiguo de
los EE.UU.- es sustituido por la Revolución neo-izquierdista, que se alineó en el bando antiamericano; mismo bando
en el que quedaron las guerrillas colombianas. Y está de más decir que la oligarquía que aún controla los gobiernos de Bogota,
con excelente formación y experiencia política -y un desarrolladísimo instinto de supervivencia- se alineo de forma nítida
e irrestricta, en el bando de los aliados de los EE.UU.. En tales circunstancias, que fueron
precedidas por la eufemística “guerra a las drogas” durante los últimos días de guerra fría, los gobiernos estadounidenses
han fortalecido a su aliado ejercito de Colombia, hasta transformarlo en lo que, ningún experto serio en la materia militar,
discute que sea hoy comparable únicamente al ejercito cubano, cuya real capacidad operativa nadie puede estar seguro
de que tan afectada estará tras el desmoronamiento soviético, Ese, y no otro, es el contexto global
en que se desarrolla un conflicto diplomático en torno a la captura ilegal de un importante terrorista de las F.A.R.C. en
territorio venezolano, sin el conocimiento oficial del gobierno de Venezuela. Desde el punto de vista de cualquier gobierno de Venezuela, se trata de un
secuestro respaldado por un gobierno extranjero. Y en eso nuestro gobierno tiene razón. Desde el punto de vista de cualquier
gobierno de Colombia. Se trata de un acto de guerra contra unas F.A.R.C. Que la Casa de Nariño señala de “protegidas”
por lo que muy diplomáticamente califica no de “acción” como de “omisión” del gobierno revolucionario
venezolano. Lo que, ni aún de ser cierto, le daría derecho de violar la soberanía otro país. CUANDO
TIENE RAZÓN... EL ASUNTO ES DE FUERZA Como la revolución avanza dentro
de Venezuela, contra la razón, y por la fuerza que para el uso de un Estado, previamente transformado en todopoderoso, le
dé una mayoría de votos que se siente con derecho de aplastar los derechos individuales. Legal y ordenadamente. Es
una ironía peligrosa para el país entero... No sólo para la revolución. Que cuando viene a tener la razón de su parte, el
asunto parezca más de fuerza... Y en la geopolítica más inmediata, no tiene la revolución venezolana la fuerza de
su lado. Mantener esa mayoría de votos condujo
a transformar, en un evidente “quid pro quo” político electoral, la satisfacción, acelerada y desordenada, de
un derecho de los resientes legales de más de diez años en el país, para su tramite de nacionalización. Derecho que,
al igual que casi cualquier tramite de documentos en Venezuela, había sido transformado en un corrupto negociado, por la ineficiencia,
incapacidad y mala fe, de una burocracia incapaz. Y en semejante escenario, tendría
mucho que explicar el Estado venezolano, sobre lo que significa la entrada “legal” la permanencia, la nacionalización
y hasta el voto en elecciones internas, de un conocido terrorista extranjero. Pero dichas explicaciones, corresponden tanto al chiriperico calderísmo en que se inició la hegemonía neo-izquierdista en Miraflores,
como al chavismo que la completo. Sin descartar a gobiernos paleo-izquierdista de la adecocracia, no menos peligrosos en sus
“buenos oficios” y no menos corruptos en su burocracia. No
son explicaciones que se le deban a gobierno extranjero alguno, sino única y exclusivamente, a los ciudadanos venezolanos. Pues el uso de documentación
venezolana primero, y la nacionalidad legal después, por parte de un conocido terrorista extranjero, también es una amenaza
real para la soberanía nacional. Y si la complicidad debe ser descartada, por el principio de presumir la inocencia...
La propia torpeza no exime a nadie de responsabilidad legal... Mucho menos política. Tiene la razón de su parte el gobierno
de Venezuela cuando afirma que la soberanía venezolana fue violada con la detención ilegal del terrorista colombiano en Venezuela.
Y tiene razón en que el asilo concedido por el gobierno de Colombia a personas comprometidas en un intento de derrocamiento
del gobierno de Venezuela es poco conveniente para la buena relación entre los dos gobiernos. Así como tienen razón las F.A.R.C.
cuando señalan al gobierno Venezolano de inconsistente y vacilante, en su presunto compromiso ideológico de apoyo a tales
grupos. Y no es menos cierto que (ajenos a nuestra tradición, y rechazables
en un país que, pese a la violencia delictiva desatada, no está en guerra) los ofrecimientos de recompensas por el gobierno
de Venezuela, por personas que considera conspiradores, no han sido “extendidas” a funcionarios del Estado colombiano,
para que secuestren a los presuntos conspiradores, y los entreguen secretamente a las autoridades venezolanas. En términos de razón y de derecho...
El gobierno de Colombia le debe explicaciones al de Venezuela. Y difícilmente lo admitirá en la presente correlación
internacional de fuerzas. El de Venezuela le debe explicaciones, única y exclusivamente, a los venezolanos. Tampoco
lo admitirá jamás. EN LOS
NEGOCIOS DE LOS ESTADOS LOS COSTOS SE MIDEN EN SANGRE Es por ello, que tras los ventajosos
acuerdos de negocios firmados en la última cumbre presidencial. Y vista la escasa firmeza de su “presunta simpatía”
por las F.A.R.C... y sus vacilantes deslindes con las mismas. El gobierno venezolano lució sorprendido por la crisis
diplomática. Y podría estarlo en realidad. Quizás no evaluó claramente la magnitud del compromiso de Bogota en su alianza
militar con los EE.UU. y en su guerra a muerte con las fuerzas irregulares. Una cosa es el malestar que un cese temporal
del contrabando de gasolina subsidiada venezolana pueda ocasionar en Colombia. Y otra muy diferente es que la “industria”
más directamente afectada por eso, es la del narcotráfico. Que al final es el primero contribuyente fiscal de las guerrillas.
El ejecutivo colombiano
en cambio, no luce para nada sorprendido. Parece haber evaluado previamente todos los escenarios de una escalada... incluso
los más “impensables”. Al final de cuentas, una victoria militar sobre Venezuela, en una guerra convencional,
no es sólo un viejo objetivo de una parte de la oligarquía colombiana. Es algo que ha sido evidentemente medido y evaluado
en Colombia. Pero no como una hipótesis militar teórica, sino como un escenario claramente posible en el marco del alineamiento
de fuerzas en la cuarta guerra mundial. Y hay que entender que librar y perder semejante guerra, significaría para
Venezuela una pedida de territorio (y subsuelo petrolero) capaz de resarcir al enemigo de cualquier costo. Con el caso Granda, en Bogota han
demostrado a su aliado del norte, que están listos para llevar cualquier enfrentamiento con la revolución Venezolana. Hasta
sus últimas consecuencias, de serles necesario. La amenaza externa no es únicamente “a la revolución venezolana”
que no todos compartimos. Y a la que muchos nos oponemos. Es contra la Nación venezolana que es nuestro patrimonio común
irrenunciable. Las fichas están sobre el tablero.
El gobierno de Colombia está apostando
por aplastar militarmente a las F.A.R.C., y cuenta para ello con el apoyo completo de la primera potencia militar del mundo
–y la única potencia militar incontestable del continente americano-. Y es un objetivo sin el que no habrá paz
en Colombia. La revolución venezolana -que ha
sido hasta ahora uno de los grandes éxitos políticos del neo-izquierdismo globalizado- se vio de pronto asomada ante el riesgo
real de encontrarse, ya no en el frente político de la cuarta guerra mundial, sino en el estrictamente militar y convencional. Pero no nos engañemos, con
la oligarquía de Bogotá, ni con los terroristas de la frontera. Si la primera ha demostrado históricamente su ambición sobre
el territorio de Venezuela, los otros no son menos expansionistas, sino mucho más, respecto de Venezuela. Como prueban
muchas de las acciones de las F.A.R.C. en nuestro territorio. Lo
único que ha impedido, a esas dos fuerzas, concretar tales ambiciones, en mayor grado de que ya lo han hecho, es su propia
debilidad relativa. En
su guerra contra los terroristas internos, el gobierno de Colombia está defendiéndose de una fuerza política que aspira
instaurar un poder totalitario. Tan innoble y criminal enemigo le hace lucir mejor de lo que en realidad actúa. Porque la
naturaleza de su enemigo, no le autoriza para violar las leyes de la guerra, los derechos individuales de los civiles, ni
la soberanía de sus vecinos. Aún de los que no sean sus aliados.
Pero en la cuarta guerra mundial,
ninguno de los bandos respeta realmente tales limites. Y no habrá de ser, ni el gobierno de Colombia, ni menos aún los terroristas
que intentan derrocarlo, la excepción. LA SOBERANÍA
MACIONAL: IRRENUNCIABLE PRINCIPIO LIBERAL Ante la real amenaza armada
real para la soberanía venezolana, que representan cualquiera de los bandos de la guerra civil Colombiana. La visión liberal
de las funciones propias del Estado... y principalmente de su Fuerza Armada. Se muestra como la más acertada. Las profundas divisiones, el empobrecimiento
recurrente, el desperdicio de recursos, la incapacidad para atender la seguridad, la justicia y las obras públicas. La delincuencia
campeando en campos y ciudades... La devaluación inflacionaria recurrente, apenas oculta por los controles que desperdician
las oportunidades de la bonaza petrolera. La pobreza creciente, y la dependencia del Estado patrimonial, con
sus insuficientes limosnas, que con la pobreza se retro-alimentan... y la amenaza de un neo-totalitarismo avanzando, sin prisa
y sin pausa, por medio de los ordenados procedimientos democráticos del paleo-izquierdismo socialdemócrata, están lejos de
ser un escenario nacional apropiado para enfrentar, de forma certera, la amenaza de tener un vecino en guerra (potencialmente
expansionista, en ambos bandos). Es profundamente antinacional, y en extremo peligroso, apostar, como algunos pocos irresponsables pudieran hacer, por
una derrota del gobierno revolucionario por fuerzas externas. Dichas fuerzas, tienen mucho interés en “sus” intereses,
políticos y financieros... Y muy poco en el interés rectamente entendido del pueblo de Venezuela. Y si la revolución avanza, debilitando al país en todos los campos, no es tanto por su fuerza propia, como
por la ausencia de una oposición consistente capaz de oponerse a la revolución con ideas propias... No con las de
la misma revolución. Mientras la revolución sea políticamente derrotable, como lo es hoy, por medios políticos, pacíficos,
y estrictamente internos. Tenemos que apoyar al gobierno revolucionario en la defensa de la soberanía territorial
ante cualquier fuerza externa, aunque de forma crítica. Y decimos “de forma crítica” aún en este delicado terreno. No sólo por las enormes dudas que sobre su capacidad
de protegerla despierta nacionalización del terrorista colombiano en Venezuela. También porque un gobierno que ha apoyado claramente la existencia de un “derecho” supranacional”,
en la medida que este se ha transformado en una “fortaleza” de su propio bando en la cuarta guerra mundial. Y
lo rechaza sí, y sólo sí, ocurre lo contrario. Que ha mostrado su inclinación clara e inequívoca por inmiscuirse en la política
interna de otras naciones. Y que firma acuerdos de “asistencia técnica” en materia judicial, con la dictadura
de Fidel Castro (asunto dramáticamente diferente en materia de soberanía nacional, de la importación de médicos, como mano
de obra barata) debe ser visto con cuidado en asuntos relacionados con la soberanía. Por lo demás, hay que entender claramente que el proyecto revolucionario neo-izquierdista, no luce tampoco,
en su selección de aliados internacionales, como el mejor, y más sensato, garante de nuestra soberanía nacional.
Pero... y es un tremendo pero. Ante una amenaza externa inmediata, mayor y peor que la interna que nuestro propio gobierno
representa... los liberales tomamos el bando de nuestra propia Nación, bajo nuestra propia bandera. Mantenerla soberana
e independiente, como Nación, es un paso indispensable para que mañana sea su Estado el garante de la soberanía de cada individuo
sobre sí mismo, en una republica liberal, capitalista y popular. Por eso la soberanía territorial es un principio
irrenunciable... Y para empezar, es un buen principio. Pero sólo un principio.
|
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
||||
![]() |
![]() |
|
![]() |
![]() |
![]() |
||||
![]() |
||||
![]() |
||||