www.guillermordriguez.net Leyenda viviente: El sembrador de revoluciones... y devoluciones |
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Por el contrario, hay individuos no parecen destacarse mucho,
seres aparentemente comunes, que podemos encontrar en la esquina, o en la plaza, sin saber que estamos ante alguien cuya influencia,
en el devenir de los humanos acontecimientos, pudiera ser enorme. Maestros
y pensadores, conocidos y reconocidos, son una cosa. Mal que bien, los “ubicamos” en Universidades e Institutos
de Investigación, encontramos, más o menos, fácilmente sus obras. En fin, sabemos quienes son y dónde. Tampoco hablo de esa
categoría de influyentes pensadores. De los que pueden ganar premios Nóbel, imponiendo sus ideas contra corriente, como Hayek.
Ni siquiera de los que ven como se les niega y disminuye el reconocimiento por ser sus ideas, tan cercanas a la realidad objetiva,
como lejanas de las “corrientes principales” de la autocomplaciente mentira académica, prevaleciente en tantos
campos del pensamiento, como Julián Simón. Hablo de otra categoría, a la que pertenecen las leyendas. Pensadores que parecieran
la encarnación realista, para nuestra circunstancia, de lo que representa el personaje de Merlín para la leyenda Arturiana.
Uno de esos pozos de profunda sabiduría, humanidad y humildad, es mi buen amigo, Alberto Mansueti. Mansueti, “ese señor del morralito y la camisa a cuadros, es el intelectual liberal más importante de América” es
una primera descripción de Mansueti, que dio en una ocasión un líder político del liberalismo libertario Venezolano, como
es Domingo Alberto Rangel Mantilla. Y es una buena descripción para una especie de leyenda errante, que ha recorrido el continente,
del Rió Grande a la Tierra del Fuego, en autobús. Viendo, y viviendo, lo que no puede aprehender quien sólo lo hace en avión.
Del hombre que un día apareció en una importante reunión liberal en México, fustigando liberales, sólo de nombre, para desaparecer
de nuevo. ¡Mansueti ha sido visto en Caracas!. Escribió alguien en un Foro de Internet. Antes estuvo en Perú, pocos meses, y deja un partido
liberal en formación. Interesante es ver la descripción que nos da, Álvaro Vargas Llosa: “Alberto Mansueti se equivocó de siglo, país y género. Debió ser profeta bíblico, jesuita salamantino, calvinista helvético o fundador
de los Estados Unidos. Como no pudo, este argentino errante nos ofrece un libro, La salida, resultado de los meses que acaba
de pasar observando –absorbiendo– el Perú. Con la colaboración de José Luis Tapia y el Instituto de Libre Empresa,
asegura que “la salida” no es por el aeropuerto, sino por una ruta mucho más transgresora: no una “revolución”
sino una “devolución” liberal que derribe el sistema que rige –sofoca– a los peruanos. Propone “apoderar”
a los ciudadanos, hoy víctimas del despojo, a manos del Estado y sus satélites, de esos derechos que son nuestra carta de
triunfo.” Ese hombre que aparece y desaparece, Cuyas obras, siempre agotadas, se atesoran en nuestras bibliotecas, y comienzan
a regarse en fotocopias y citas de Internet, como los panfletos imparables de algo que se desespera por nacer. Desesperación
que me sorprendió en el grafiti de la pared de una –definitivamente izquierdizta ortodoxa- Universidad en que de pronto
Leí un desesperado, (y pensé primero, ¡oh ingenuo de mi!, poco comprendido) VIVA MANSUETI. ¿Poco comprendido y lo borraron
en menos de ocho horas, dejando intactas el resto de las “grafiterias”. En nada es poco comprendido, ni desconocido
para el contrario, el Mansueti con quien acompañé (en los '90) la caída de un partido liberal, miserablemente traicionado en la Venezuela de los
´90. Periodista, director de revistas, abogado, “encuestologo”, político
y asesor político. ¿Que hace este hombre para causar tanto escándalo en donde quiera que se discuten sus ideas? Me preguntaba
una buena amiga española... muy “progre” ella. Pues pensar lógicamente, porque en los tiempos del absurdo, la
destrucción de la filosofía, la negación de la realidad y la de-construcción del lenguaje, no hay nada más escandaloso que
la verdad, especialmente cuando se le presenta llana, simple, y en estilo “panfletario”. Y eso es Mansueti. No le gustó mi respuesta, como no le puede gustar el irreducible intelectual, al que sólo le interesa quien tiene la
razón, sin importarle quien tenga la mayoría... Y que sin embargo ha ido sembrando en este continente la mayoría del mañana.
Siembra que sólo logró hacer el que nunca se cansó de tener razón, pero rara
vez se permitió presumirlo más de lo estrictamente necesario. Enemigo de lo políticamente correcto, Mansueti nos dice que si la libertad humana depende de los limites al poder de los gobiernos, y los gobiernos se eligen democráticamente,
entonces, por fuerza, la libertad humana depende de los limites de la democracia. Cierto, evidente, lógico... y profundamente
desagradable para los demagogos del signo que sea. En sus propias palabras: “Antes se declaraban límites infranqueables los derechos considerados "humanos"
del individuo a su vida, propiedad y libertad. Pero después la lista de "derechos humanos" fue arbitraria y ridículamente
extendida -y colectivizada-; y se deformó. Ahora ya no son valla sino pretexto para toda forma de intervencionismo estatal.”. O
en las de una María Fernanda Salas, liberal libertaria de 21 años “En el futuro,
estoy segura que diremos que la gran aventura política, personal e intelectual de Mansueti, fue sembrar, en los sitios más inesperados, la semilla de los futuros cuadros políticos de la revolución liberal. Y
estoy aún más segura, que sólo lo entenderemos plenamente, cuando la nuestra revolución, la que Mansueti adecuadamente llama devolución, triunfe.” |
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