www.guillermordriguez.net La mayoría no ve diferencia: Seguimos divididos en tres bloques irreconciliables |
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¿El supremo caudillo de
la revolución servil ganó el referéndum revocatorio mediante un fraude electoral? Es posible. Pero la realidad es
que en tanto ello se prueba, o no se prueba, los resultados legales son los emitidos por el CNE. Avalados por los únicos observadores
internacionales que reconocieron en un acuerdo chavismo y coordinadora (todos los demás fueron simples turistas. A costa del
presupuesto público muchos) Y más o menos reconocidos por el común de los gobiernos extranjeros. Legales son también
las impugnaciones, recuentos, y demás recursos, que el Secretario General de AD, y el Coordinador de la Coordinadora Democrática,
se comprometieron a adelantar (y a ganar) con pruebas. Largo, espinoso y potencialmente
infructuoso camino eligieron. Entre tanto, Hugo Chávez es el presidente constitucional para
completar su periodo. Podría optar por una reelección inmediata. Y la revolución avanza. Ante tales circunstancias. ¿Qué hacemos
los liberales resistentes? Pues resistir, y resistir es actuar dentro del marco de la realidad objetiva.
Lo que la realidad, que es una sola, nos impone, son dos cosas: 1- Insistir en la urgente poda fitosanitaria de las filas “dirigenciales”
opositoras. No podemos seguir aceptando la extorsión gritona de grupúsculos, que sin importar su (generalmente
prestada y condicionada) capacidad económica o comunicacional, en términos políticos son nulidades numéricas, organizacionales,
electorales e inexistencias ideológicas y conceptuales. 2- Discutir problemas reales, proponiendo soluciones
reales, absolutamente opuestas (no sólo diferentes) del estatismo socialistas, de última moda global, que prevalece
en la ideología y praxis de la revolución. Pero igual de opuesto del estatismo socialista, un tanto trasnochado, que prevalece
entre nuestros aliados de la oposición. Aún tenemos todo el espacio para hacer política, y derrotar al estatismo, por medios
pacíficos, legales, constitucionales, y electorales. Si pretendemos derrotar en el futuro al Chavismo, en tantas
elecciones como sea necesario para lograr la derrota final del estatismo, debemos entender la realidad objetiva, nos
guste o no. LA MENTIRA DE TODOS Desde el supremo caudillo de la revolución servil (y está en
la naturaleza de los sub-jefes de la revolución repetir el discurso su supremo caudillo), pasando por la gruesa mayoría de políticos opositores (cuyos múltiples discursos pueden estar condicionados,
cuando lo están, por otros poderes muy diferentes de los de un supremo caudillo) intelectuales, analistas, propagandistas
televisivos de uno y otro bando, (e incluso periodistas de verdad) hasta el “Pedroso” silvestre con sus panas.
Todos repiten que el país está dividido en dos mitades irreconciliables. Se equivocan de buena fe, algunos, los menos informados
y experimentados. Y mienten, de muy mala fe, otros, muy informados y corridos en más de cuatro plazas. El país está efectivamente dividido en partes irreconciliables.
Y no se reconciliarán mientras prevalezca el orweliano lenguaje y criminal practica de un enfrentamiento entre izquierdistas
socializantes de uno y otro lado. Pero no son dos, sino tres las partes. En una parte, la que en la legalidad carrasqueriana, es la segunda
minoría. Hay chavistas que rechazan, más o menos fanáticamente: el pasado, el
imperio, al diablo Bush, y al un supuesto o real fascismo. Refugiándose, fanáticamente en sus mitos. Mitos que les impiden
ver la infinidad de negocios de “su” revolución, con “el imperio”. Gringolas con las que ven como el
“crimen” unos piqueteros de la guarimaba opositora trancando calles. (Falta de orden público que merece un arresto
de algunas horas) Pero no verán jamás unos criminales de boina roja asesinando gente inerme, desde el catiazo, hasta Altamira.
Ni infinidad de otros delitos, contra personas y propiedades, que merecen años de cárcel, más que horas de arresto. Y peor
aún, no verán que desde el aumento del malandraje, pasando por el desempleo, y llegando a la creciente corrupción. Ni la criminal
inflación y devaluación, y el desastroso manejo de las finanzas públicas. Las cosas que han emeorado, son todas responsabilidad
del gobierno de turno. No de conspiración, coyuntura, oposición, o un paro que su propio caudillo confesó que “provocó
el personalmente”. El mito justificador de los fracasos de su caudillo, se lo copiaron del salvador
bloqueo, que tanto bien le ha hecho a la dictadura castrista, y tanto mal al cubano de a pie. La tercera minoría, que reclama ser la segunda, vive del mito
de “Chávez se tiene que ir a juro” porque “somos mayoría”. Y la verdad es ni demostrando un
fraude podríamos afirmar los opositores que “somos mayoría”. Acaso seriamos más que los chavistas que tampoco
son la verdadera mayoría. Y si su supuesta, o real mayoría no le da a los chavistas derecho de imponer la tiranía...
y por lo mismo no le da tal derecho a nadie. Más importante que tener la mayoría, es tener la razón. Y por
lo demás, la madrugada del 12 de abril se dio un Golpe de Estado. El “Dr. Carmona” es un traidor que confiscó
en un decreto totalitario la lucha legitima de millones de venezolanos que arriesgamos la vida, al aceptar la invitación del
Ciudadano Presidente para ir al Balcón del Pueblo, a pedirle que renunciara. A lo Emparan. Mito es un inexiste vacío de poder.
Y por encima de todo, es un mito que puede existir un socialismo más “autentico” que el de Chávez. Que
es el más autentico socialista, y la mejor expresión de la escalada por la tiranía de la mayoría. Sin olvidar que
es vivir de espaldas a la realidad, y de cara a la locura. El negar las propias violencias, inconsistencias y errores, culpabilizando
a quien sea, menos a uno mismo. No matando, pero si lanzando al ostracismo. O caceroleando. Al mensajero, cuando las noticias
no gustan. Lo cierto es que los mitos cambian de un grupo al otro. Pero
el separarse de la realidad, viviendo una serie de mitos, mentiras al fin, es algo en lo que coinciden, más o menos
radicalmente esas dos minorías. Y aislarse de la realidad es un síntoma de locura. No es sino parcial esa alejamiento,
en la mayoría de los chavistas y escuálidos. El ver los programas de propaganda en los que hombres lanzan “besitos”
y declaran su amor, por el supremo caudillo, mientras se burlan de un asesinato, preocupándose sólo por la posición de las
cámaras de “la competencia”. No sería menos “disociante sicótico” que su no mucho menos destemplada
competencia. Ver alguna gente repitiendo mitos sistemáticamente en los canales de televisión de la revolución, o de la oposición,
no causa locura. Locura es creerse las mentiras, “porque la verdad
tiene que ser la que el loco quiere que sea” contra toda evidencia. ¿Y LA MAYORIA? La mayoría, como de costumbre, se abstuvo.
No se abstuvo por la grosera e incalificable operación “caracol con reumatismo” a la que nos sometieron. No tanto
las maquinas caza huellas. Sino unos humanos que lucían como activistas políticos
caza ciudadanos pendejos. Se abstuvo la mayoría real, o la mayor de las tres minorías, porque no ve diferencia entre
unos y otros. Y si bien, hay diferencias. Aplicando la lupa. La verdad es que a simple vista, tiene razón
la mayoría abstencionista que rechaza tanto a unos, como otros, porque los ve prácticamente iguales. Quizás un referéndum
es el acto electoral que más abstencionistas atrae. No hay que elegir entre uno y otro. Y ciertamente bajó, un poco la abstención.
Pero sólo un poco. Para ganar una gran parte de esa mayoría abstencionista,
la más racional, y menos mitificadota, de las tres partes irreconciliables en las que está dividido el país. Para sumar la escasa racionalidad que aún queda
en las filas menos fanatizadas de las dos minorías políticas enfrentadas del estatismo izquierdista venezolano. Necesitamos un enfrentamiento ideológico y político,
frontal, y sin cuartel (aunque pacifico y electoral) contra el neocomunismo global, del que la revolución servil venezolana,
es una punta de lanza. Y eso requiere organizarnos en partidos políticos modernos,
federalizados y eficientes. Pero también claros defensores de propuestas ideológicos coherentes. Hay izquierda, derecha
y hay centro. Y atravesadas por otra línea, mucho más importante, vemos que hay liberales y hay serviles. Cada oveja
con su pareja, y los que tengan objetivos comunes, aliarse. No podemos ser el partido del anti partidismo, porque
sin partidos nos derrotarán, por las buenas, por las malas... o por una astuta combinación de las dos. Pero eso significa primero derrotar el mito original al que
realmente le debe Chávez la presidencia. El del anti partidismo irracional, según el que no había malos partidos políticos
en Venezuela, que han debido ser desplazado por buenos partidos políticos. Una realidad objetiva. Sino que “los partidos
políticos” como tales eran “cosas malignas” y la política una actividad estigmatizada por una “sociedad
civil” que llega a movilizarse en masa, casi espontáneamente, pero no a organizar las masas, ni los cuadros, ni las
maquinarias electorales, capaces de enfrentar en una elección decente... mucho menos un presunto
fraude masivo. Enemigos que quienes hacen proselitismo con todo el peso y poder del Estado. La democracia es un método para dirimir conflictos sin llegar
a la violencia. No es ni más ni menos que eso. La democracia representativa, tiende a ser ciertamente una democracia
limitada, limitada por el intento de limitar el poder de la mayoría para sojuzgar y tiranizar cualquier
minoría. La democracia participativa y protagónica es la democracia de tres delincuentes frente a una victima.
Los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad,
son indivisibles. O los defendemos como un todo, o el enemigo colectivista es quien realmente gana... sin importar quien gane
cualquier elección. Eso es algo que por el hecho de rechazar tanto unos como otros puede entender primero, y defender
después, la mayoría, relativa, ciertamente, pero única de las tres minorías que puede ser llamada adecuadamente, la mayoría.
Porque aunque no llega a ser más que la suma de las otras dos. Es la mayor de las tres. Así que llevar el conocimiento de
la realidad a la mayoría. Es sólo el principio. |
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