www.guillermordriguez.net Los frutos de la revolución: Destrucción, miseria y malandraje
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Personas furiosas tras las gruesas trampas de un arbitro que, en lugar de pitar el penalti, le saca
la tarjeta roja al golpeado en su propia área pequeña. Y desesperadas por la brutal, desmedida y excesiva,
represión de una marcha, mayormente pacifica, y por todos los excesos represivos siguientes, se lanzan a las calles en focos
protesta, más o menos violentos, que la fuerza pública reprime brutalmente, en donde el interés político de la revolución
recomienda... y tolera olímpicamente, en donde el interés político de la revolución los evalúa como "tontos útiles". La desesperación
es más que comprensible, pero no es esa la estrategia -para estas alturas del juego- capaz de derrotar una revolución. Y sin
importar que lo que se dice sea popular, o impopular, hay que decirlo, porque es la verdad... Y porque es mucho lo que se
juega. Para derrotar una revolución, hay que empezar por comprenderla. LA NATURALEZA DE LA REVOLUCIÓN La revolución que se desarrolla en Venezuela es una Revolución (con mayuscula) tan profunda,
destructiva e inhumana, como cualquiera de sus antecesoras, desde los tiempos de Robespiere, o de Cromwell. Día a día, la revolución destruye
las garantías jurídicas sobre la propiedad. Y sin ellas, desaparecen todas las demás garantías jurídicas en la práctica. Si
no somos dueños de lo que producimos, no somos dueños de nosotros mismos, y si no somos dueños de nosotros mismos, alguien
más lo es. La revolución es clara en sus lemas, el pueblo es el soberano y Chávez es el pueblo. No hay más que decir sobre
quien es el dueño de que, y de quien. Y el soberano, espera y aspira, (y con demasiado frecuencia logra) que sus "opositores"
bailen al son que les toca. Es poco hablar de rapos rojos, es burdo, aunque le ha funcionado.
El problema de fondo está en que la ideología de gran parte del la "oposición" es la de la misma revolución. Y si la
pelea es por el liderazgo de la revolución, y no contra ella. Ganará el revolucionario más astuto. Pero si la pelea es contra
la esencia misma de la revolución, se necesitará tanta paciencia, perseverancia, valor, inteligencia e integridad como nunca
se han visto juntos en nuestra historia política LA DEMOCRACIA
ENVENENADA Es una soberana tontería el separar
la revolución chavista de sus dos antecesoras adecopellanas. La revolución que hoy vivimos es trinitaria, tiene tres capítulos, tres tiempos, tres lideres históricos, e incluso tres partidos. Pero es una. Una misma
y única revolución, desde que insurge con las armas de la traición en el golpe de estado de 1945, hasta el día de hoy. La revolución que llega al poder
con un golpe de estado contra el gobierno constitucional, democrático, republicano y liberal del Presidente Medina, es sólo
el primer capitulo. La ideología fue la del un marxismo aprista que creía en desarticular el capitalismo, desarticulando las
instituciones y las garantías individuales, mediante el uso de constituyentes, legislaturas y tribunales tan parecidos a instituciones
liberales que otros marxistas no podía "ver" la posibilidad de usarlos. No es menos revolucionario este marxismo que el que
se implantó en la Unión Soviética, pretende destruir la propiedad privada e instaurar un sistema planificado centralmente,
que acabe con la libertad individual, para la redistribución equitativa de la pobreza. La diferencia no es de objetivos, y
ciertamente tampoco es "medios" ya que los comunistas ortodoxos siempre han estado dispuestos a usar las instituciones democráticas
"burguesas" en todo lo que de ellas puedan obtener. La diferencia es que los marxistas apristas han sido más exitosos en el
terreno electoral, y los ortodoxos en el de los derrocamientos violentos. Pero una democracia dirigida por partidos apristas,
fue siempre una democracia envenenada, que en algún momento pasaría a la siguiente fase del "proceso". EN PECADO
ORIGINAL Los chavistas originarios. Adecos
del ´45. Tomaron el poder en un golpe de estado, montaron unas elecciones y una constituyente con una mayoría aplastante,
e iniciaron un proceso revolucionario acelerado. Sus socios militares los derrocaron y alejaron del poder por una década.
Al regresar, tenían claro que la revolución debería avanzar, -pero lenta y cautelosamente- sobornando, más que expropiando;
debilitando, más que derrotando; pero avanzando al fin. Y avanzó. El sector de la economía que produce el 80% de las divisas
fue puesto en manos del estado, junto con infinidad de industrias pesadas, gran parte del aparato de intermediación financiera,
y todo aquellos que se considerarse "estratégico". Y lo que no quedara en manos del Estado, sería controlado por concesiones,
licencias y reglamentaciones. De propiedad, lo que se llama propiedad. Nada. Como es lógico... el sector petrolero que siendo
privado le entregaba más del 50% de su factura al Estado -en diversidad de impuestos- ahora que es completamente estatal,
y profundamente revolucionario, aporta menos del 23% de su factura. La República en la economía crecía más del 10% interanual,
y en donde el Presidente llevaba a sus hijos al parque sin escolta, cambió por la de los ya más de 20 años interrumpidos de
decrecimiento del producto. Con el presidente más escoltado y resguardado del continente. Chávez es otro adeco más. Los adecos
hicieron su parte en dos tiempos. Primero intentaron ir rápido... y no pudieron. Luego fueron mucho más lento. Pero en la
misma dirección. En los últimos diez años, la revolución metió el acelerador. Primero con el gerontócrata chiripérico que
se durmió con el pie, en ese preciso pedal. Y luego con el comandante. Por eso es que nos empobrecemos ahora más rápido, porque
la revolución avanza más rápido. Destrucción, miseria y malandraje fueron los frutos de la revolución adecopeyana. Más, pero
mucha más, destrucción, miseria y malandraje, serán los de su descendiente radical acelerada. Y DESPUES... El despues, el real despues, hay
que ganarlo hoy. Las revoluciones, luego de desarticular la producción de riqueza al punto de llegar a empobrecer más, aún
al más miserable, terminan por colapsar. Y curiosamente no terminan realmente, hasta que se entroniza un régimen que sea una
versión "legitima" del que originalmente derroco la revolución, en su primer momento. No fueron girondinos moderados, ni aún
el absolutismo monárquico de Napoleón, lo que finalizó aquel ciclo frances. Fue un Luis XVIII coronado. ¿Qué luego vinieron
otras revoluciones en Francia? Simples desordenes menores, si comparamos con La Revolución. Aquí, no será con un retroceso
hacia la versión desacelerada del chavismo que podremos ponerle fin al ciclo de empobrecimiento y destrucción. Debemos derrotar
La Revolución por completo. Debemos regresar al tipo de instituciones económicas y políticas previas al primer golpe. Debemos
tener disciplina fiscal y monetaria con leyes que protejan integralmente la propiedad, empezando con la propiedad que cada
uno tiene sobre su propia persona. Y debemos eliminar toda forma de tiranía contra los derechos individuales, empezando con
la tiranía de la mayoría. Debemos regresar a una Venezuela cuya infraestructura pública y privada esté entre las más avanzadas
del mundo. Donde no exista prácticamente miseria y malandraje. Donde la gente decente y trabajadora progrese y se enriquezca
con una economía que crezca todos los años más de 10%. Y debemos tener presidentes que se puedan dar el lujo de pasear con
sus hijos, en un parque público, sin escolta. Debemos arrojar el marxismo delatorrismo (en todas sus formas y versiones) al
inodoro al que pertenece. Y debemos restaurar una versión legitima del proyecto que se abortó en 1945. Y para hacerlo hay
que tomar medidas económicas y políticas tan "heterodoxas", como entregar la mitad de las acciones de la estatal petrolera
gratuitamente para la población, o reinstaurar el patrón oro en la emisión monetaria. Así que, conjurando la maldición que
tal palabra parece tener implícita, tendremos que hacer una profunda revolución liberal libertaria para retomar y profundizar
-mucho más de lo que sus lideres históricos hubieran pensado en sus inicios- el proyecto republicano y civilizador, que en
su momento líder liderizó el Presidente Medina. Y eso es sólo el principio. |
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