www.guillermordriguez.net Un proyecto de reglamento referendario: Y el espíritu malandro de nuestra legislación
|
|||||
|
||||
Los seres humanos producimos
e intercámbianos bienes materiales y derechos inmateriales papa satisfacer tanto el afán de lucro, como el de minimizar el
esfuerzo y los trabajos y maximizar los resultados. En esencia diríamos que nuestro
afán fundamental, si llevásemos los anteriores a sus últimas consecuencias- sería el de lucrarse sin hacer esfuerzo alguno...
pero de afanes tan aparentemente poco nobles nace todo el desarrollo de la civilización. Pero hay dos formas de entender
la civilización, la liberal, en la que los menores trabajos, los mayores resultados y el lucro personal dependen de mejor
proveer nuestros semejantes aquello por lo que voluntariamente están dispuestos a pagarnos lo que aspiramos... y la servil,
en que la que los menores trabajos, mayores resultados y lucro de los más fuertes y astutos, dependen de someter a otros a
la condición servil y explotarlos. EL
ROBO LEGALIZADO Todos los sistemas económicos
son de mercado ya que en todos se producen e intercambian bienes y derechos y todos tienen un conjunto de normas jurídicas
que regulan la forma en que se puede organizar la producción y realizar los intercambios. Ahí es en donde podemos hablar de
mercados libres y interferidos, porque serán libres en la medida en que la organización de la producción y los intercambios
reflejen la libre voluntad de las partes que tratan entre sí. Para ser libre la voluntad, lo único que hay que reglamentar
entonces son formas castigar en uso de la fuerza o el engaño en los tratos. Cuando eso es lo que se único
que se reglamenta, las leyes son generales, efectivas y de poco costo en su aplicación, y como resultado de su recta aplicación
la sociedad en general, y cada persona en particular tiende a enriquecerse con el producto de su esfuerzo. Como resultado
de dicho enriquecimiento general los esfuerzos necesarios para obtener los mismos resultados son cada vez menores, entre otras
muchas razones, porque el gobierno necesario para mantener tal orden social es poco costoso y más bien pequeño, aunque muy
fuerte, efectivo y orientado al servicio a los ciudadanos. Tal modelo de organización social se suele denominar capitalista
y es el sistema que favorece los intereses de la gente decente que trabaja y respeta los derechos ajenos.. Si se reglamenta algo más, las leyes son discriminatorias, costosas y la sociedad en general se empobrece,
mientras que unos pocos individuos en particular se enriquecen a costa del mayor empobrecimiento de otros. Como resultado
de ello los esfuerzos necesarios para producir son cada vez mayores y los resultados cada vez menores, entre otras razones
porque la complejidad de las muchas regulaciones requiere de un gobierno grande y costoso, pero débil, lento e incapaz orientado
a enseñorearse sobre los pobladores explotándolos como siervos. Tal orden social se denomina socialismo y favorece los intereses
de una casta de vagos y malandros que viven del robo sistematizo y legalizado pisoteando los derechos ajenos. EL
ESPIRITU DE LAS LEYES Hay algo en el espíritu de
las leyes que nos demuestra de inmediato si son leyes malandras de inspiración socialista o leyes decentes de inspiración
capitalista. En las leyes malandras el funcionario tiene completa libertad para hacer todo aquello que no le esté expresamente
prohibido, es decir que tiene la más amplia libertad para usar la fuerza del gobierno mandando a las personas a su completo
antojo, excepto en aquello que le esté expresamente prohibido. Por el contrario, los ciudadanos comunes sólo pueden hacer
aquello que les esté expresamente permitido, en el entendido que todo lo que no les a sido ordenado por sus señores les está
prohibido. Así lo que defiende es el amplio derecho de los señores para manejar a sus siervos, concediéndosele a estos últimos
algunos derechos restringidos frente a sus señores. Funcionarios formados en el espíritu de tales leyes son amantes de afirmar:
yo soy la Ley colocando el argumento de su peinilla incluso por encima de cuaquier molesta restricción que el texto pudiera
tener a su libre uso de la fuerza sobre sus siervos. Leyes de espíritu capitalista
son, por el contrario, aquellas en que los ciudadanos son libres de hacer todo aquello que no esté expresamente prohibido,
mientras que los funcionarios sólo pueden hacer aquello que la ley expresamente les ordena, quedándoles prohibido todo lo
demás que se les pudiera ocurrir. Así lo que se limita es el ejercicio del poder del estado frente a los amplios derechos
de los ciudadanos, pudiendo ejercerse tal poder únicamente para proteger esos mismos derechos de su violación por parte de
un tercero o de una parte del estado mismo. El espíritu de tales leyes forma funcionarios acostumbrados a decir Nadie está
por encima de la Ley y a actuar lo más en consecuencia que su buena disposición les permite. UN
PROYECTO MALANDRO Como Venezuela está organizada
bajo el imperio de leyes socialistas, la mayoría de los habitantes a sido adoctrinada en la defensa servil de los derechos
de sus señores regirlos, frente a la espantosa amenaza ser libres y por ende responsable de las consecuencias de sus actos. El proyecto de reglamento
para normar los referendos que tantas pasiones despertó en la semana pasada es una obvia conclusión de una tradición jurídica
malandra. Su principal defecto no fue que intentase modificar unos lapsos que
una norma de tan mayor rango como la constitución establece, tampoco el que establezca que son las organizaciones políticas
registradas en el CNE las que pueden representar a los ciudadanos, ya que en realidad eso está en espíritu de la Ley electoral
y algo de sentido tiene. El verdadero problema es que este proyecto de marras le da a los funcionarios el poder de decidir
donde, como y cuando, podremos o no podremos, los ciudadanos ejercer un derecho
establecido en leyes de mayor rango. Lo correcto sería que el reglamento dictaminara como, donde y cuando tienen los funcionarios
que actuar para facilitarnos el ejercicio de tal derecho, si es que se nos da la gana de ejercerlo. |
||||
|
||||