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Venezuela 2014: Socialismo, represión, y la miseria moral de la intelectualidad que le abrió camino














Guillermo Rodríguez G.




















  “La América es ingobernable para nosotros. (…)
Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada,
para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles,
de todos colores y razas.”
Simón Bolívar  

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Las protestas que se mantienen por más de un mes en las calles de muchas ciudades de Venezuela son legítimas porque la inseguridad y el desabastecimiento contra el que se dirigen son producto de las políticas del socialismo en el poder, y no por torpeza sino por diseño, pues su objetivo es gobernar sobre una población sojuzgada, permanentemente pobre y completamente dependiente del Estado. También es verdad que hay ciertos excesos recusables entre algunos de los que protestan, excesos desesperados que perjudican en nada al gobierno y en mucho a quienes también son contrarios al mismo, pero no son en manera alguna comparables a la indiscriminada brutalidad represiva oficial y oficiosa de fuerzas militares, policiales junto con las de esos tonton macoutes rojos denominados colectivos, que es en realidad la principal causa de aquéllos otros excesos, sobre todo cuando en esa represión se incluye una vergonzoza actuación partidista prevaricadora de aquellos cuya respónsabilidad sería una justicia independiente y la protección de los derechos de los ciudadanos. La escalada de represión brutal continuará, su objetivo no es únicamente detener la protesta puntual para regresar a una “normalidad” de pobreza, racionamiento, violencia y autoritarismo crecientes, sino que se acepte e incluso aplauda esa “normalidad” impuesta por el terror, el aislamiento y la censura como la única posible. Y si el empobrecimiento no es torpeza sino diseño, lo mismo ocurre con la magnitud de la represión, porque el objetivo ideal para el socialismo en el poder es aterrorizar a quienes se le oponen, e indirectamente a quienes lo apoyan pese a que ahora no le noten, al punto que nadie se atreva nunca a protestar en el futuro contra el socialismo en el poder sin importar el grado de miseria a que nos someta.

Entendemos pues que acciones de calle y acciones políticas, en gran parte espontaneas y en muchos sentidos des-coordinadas, son legítimas y necesarias, pero eso no significa que sean capaces de alcanzar el objetivo con el que se atreven a soñar algunos de los que radicalizan su acción política, sean políticos profesionales o espontáneos ciudadanos angustiados; como tampoco parece ser capaz de alcanzarlo ahora la opción política formal del socialismo opositor, aunque en su mejor momento, por lo demás reciente, estuvo muy cerca de lograrlo. Y me encantaría equivocarme en eso, me encantaría que el objetivo estuviera al alcance de unos u otros, porque en el campo de lo menos malo la opción está muy clara, cualquiera de los menos malos y más o menos moderados socialistas opositores es mejor que el socialismo radical de pretensiones totalitarias que está en el poder. Pero creo que en el corto plazo no lo está y en mi opinión el problema no está tanto en las tácticas de unos u otros, sino en la necesidad de un diagnóstico sobre la causa de fondo de los males: el socialismo, y la solución de fondo de esa causa: el capitalismo.

De una parte, aunque no niego que en las circunstancias apropiadas alguna versión moderada del socialismo pudiera llegar a ser una alternativa política mayoritaria al socialismo radical en el poder, el asunto es que a la fecha ninguna lo logró y de intento en intento el socialismo en el poder fue avanzando hacia un totalitarismo del que está hoy más cerca que nunca. En realidad la alternativa más cercana ideológicamente a la que está causando los males es la menos atractiva en medio de una creciente crisis que la propaganda del gobierno se empeña en atribuir a misteriosas fuerzas conspirativas todopoderosas, pese a ser evidente y claro producto de sus políticas, y tal falta de atractivo se debe a que esa cercanía le imposibilita una respuesta creíble ante esa propaganda engañosa cuyo falso fondo comparte, y finalmente ese es el talón de Aquiles del socialismo opositor, llámese socialdemocracia, progresismo o lo que se les ocurra, es otra versión no demasiado diferente de lo mismo a lo que se opone.

Entender aquello es vital, porque ir del capitalismo, o del mercantilismo incluso, al socialismo es relativamente fácil, lo único que requiere es la circunstancia adecuada y hasta que aquélla llegue se ocupa de preparar el escenario para aprovecharla cuando se presente, porque finalmente se trata de adoptar la envidia como axioma moral para alcanzar el poder sobre una ola de resentimiento para usarlo en justificar y adelantar una creciente destrucción material y moral. Ir del socialismo al capitalismo en cambio es difícil, se trata de adoptar la autonomía individual como axioma moral para oponer la civilización y la prosperidad a la barbarie y la mentira, pero eso significa aceptar la responsabilidad de cada cual sobre sí mismo, lo que partiendo de las condiciones de destrucción material y moral producidas previamente por el socialismo es francamente abrumador. Así que la clave está en pensar en una transición del socialismo al capitalismo planteada en términos capaces de fortalecer material y moralmente a todos sin por ello excusarlo de la responsabilidad sobre sí mismos, y eso es necesario hacerlo con independencia de que se mantengan espacios de restringida libertad política y acosada actividad económica privada, o caiga sobre nosotros la noche del totalitarismo socialista sin ambages.

La causa intelectual del mal

No olvidemos que la represión indiscriminada, en parte quirúrgica y en parte aleatoria, el asesinato, la tortura y en general el terror como políticas de Estado son tan consubstanciales al socialismo revolucionario de todos los tiempos, como la hipocresía de ocultarlo, minimizarlo y justificarlo es consubstancial a sus propagandistas y defensores intelectuales de todas partes. Y en Venezuela, pese a ser un país petrolero en el que el subsuelo es dominio del Estado, con todo lo que ello significa en capacidad para financiar el populismo con cargo a una renta esencialmente independiente de la economía interna, llegamos finalmente al borde del totalitarismo socialista con el correspondiente empobrecimiento, escasez, racionamiento y violencia, tras un largo camino de décadas, y claro que medio y país, especialmente los jóvenes, despiertan y se rebelan  ante la evidencia de lo que el socialismo realmente significa, para recibir como respuesta la represión brutal y la propaganda mentirosa del poder y sus propagandistas mercenarios y gratuitos a lo largo y ancho del mundo; pero es triste ver lo cubanizados que estamos al observar indignados que hay aquí también chivatos encargados de señalar a sus vecinos para el próximo allanamiento ilegal.

Me pregunto si al ver a su alrededor finalmente comenzaran mis compatriotas de a pie a tomar consciencia del que esto que sufrimos es la realidad de lo que durante décadas defendieron y enseñaron,  la mayoría de nuestros intelectuales como una engañoso paraíso, porque cuando hablamos de complicidades y culpas por la terca insistencia en el error con que algunos nos condujeron irresponsablemente a la pesadilla que vivimos en Venezuela, la responsabilidad de los intelectuales no es igual sino mayor que las de los políticos, pues no llegamos inocentemente al borde del precipicio totalitario ante el que nos encontramos los venezolanos con medio país empeñado, no solo en arrojarse sino al abismo en halar forzosamente en su caída a la otra mitad. Reconozcamos que si se empeñan en avanzar al despeñadero es porque no lo ven como lo que es, y no lo ven como realmente es porque durante décadas sus intelectuales y artistas se ocuparon de taparles los ojos, un perfecto ejemplo fue  como en el año de 1989, nada menos que 911 intelectuales y artistas venezolanos muy representativos y prestigiosos firmaban y publicaban en dos diarios de circulación nacional un vergonzoso anuncio con su carta de alabanza y bienvenida al dictador criminal que durante más tiempo ha tiranizado y empobrecido un país en este continente, y no solo se trata de talentos con prestigio, sino con auténtica representatividad sectorial, pues no eran en modo alguno una minoría radical, sino una nutrida representación, por demás distinguida del pensamiento que compartía la abrumadora mayoría de los intelectuales y artistas de Venezuela, como el arte es también un esfuerzo intelectual no es necesario imitarles en la distinción entre “intelectuales y artistas” y agregándolos tenemos que  aceptar que hubieran podido ser decenas o centenas de miles las firmas en la vergonzosa carta, pues de haberse invitado a los que de una u otra forma pueden ser considerados intelectuales profesionales de cierto nivel, más del 90% hubiera firmado encantado esa vergonzosa carta del 89. Obviamente que tal miseria moral de intelectualidad tenía que aplaudir, como en efecto aplaudió aunque con tan notables y preclaras como escasas excepciones, hace ya 15 años de forma casi unánime la llegada al poder del socialismo revolucionario que hoy todavía lo ejerce en Venezuela, y aunque una buena parte de los que aplaudían entonces terminaría, tarde o temprano, en oposición al chavismo, pero en lugar de oposición fue una disidencia que únicamente asumirían en nombre del propio socialismo porque, según ellos y nadie más en el mundo, no se estaría aplicando en Venezuela; la terca realidad los desmintió obligándolos, y no a todos ni siempre, finalmente a admitir que casi todos los socialistas del mundo afirman que en Venezuela se adelanta desde hace 15 años una revolución socialista, con lo que algunos se las han arreglado para encontrar perdón y abrigo de regreso al servicio de totalitarismo en construcción olvidando sus pasados disensos, mientras otros se han visto obligados a retroceder en busca de algún socialismo que proponer frente al que por su realidad los espanta, uno que sea moderado y se parezca más a los Estados del bienestar de Europa occidental que al totalitarismo cubano que tanto alabaron desde lejos, cuando no estaban ante la cercana posibilidad de vivirlo en carne propia. Y claro que alguna figura simbólica y extraviada de la izquierda internacional les dará en algún momento oxigeno con alguna crítica al socialismo en el poder en Venezuela, y tal excepción extraordinaria la exhibirán como la prueba universal irrefutable del carácter no socialista del gobierno al que se oponen, e insistirán en tal absurdo pese a que lo que tengan por tal no sea más que una extravagancia  aislada que no será compartida por la abrumadora mayoría de la intelectualidad y dirigencia política socialista que a lo largo y ancho del mundo entienden al socialismo en el poder en Venezuela como un aliado a defender.

Pero regresando a la intelectualidad venezolana en el tiempo en que gobernaba el previo socialismo moderado ahora en oposición, pues no es de extrañar que cuando el talento Intelectual se degrada moralmente en tal forma las consecuencias sean las que tenemos a la vista, con semejante guía intelectual llegamos a esto porque los ciudadanos de a pie, tanto los que se oponen como los que apoyan al socialismo en el poder, inadvertidamente defendía y defiende las ideas sobre las que el mismo en última instancia se sustenta, y no salimos de esto porque la mayoría insiste en seguir creyendo irracionalmente en la viabilidad y bondad de lo intrínsecamente inviable y maligno, de una u otra forma.

El asunto es que hasta que la abrumadora mayoría de los venezolanos comprendamos que no hay socialismo bueno, que el socialismo únicamente produce destrucción material y moral para finalmente colapsar a largo plazo por su intrínseca inviabilidad, y que la destrucción moral que ocasiona es la más peligrosa que la material, porque de la destrucción material pueden recuperarse rápidamente personas autosuficientes y capaces cuando quedan libres de las cadenas del socialismo, pero si el adoctrinamiento socialista ha cumplido efectivamente su labor, las ruinas improductivas que queden tras el colapso estarán habitadas mayoritariamente por una masa de serviles, pusilánimes e incapaces exigiendo a gritos que se les provea de su “derecho” a aquello que no serán jamás capaces de producir por sí mismos. Ignoro si de la pesadilla actual saldremos más pronto o más tarde, pero sé que saldremos de una u otra forma porque finalmente es insostenible, lo que me preocupa más es que salgamos real y completamente de la miseria moral que condujo a intelectuales y artistas a aplaudir el totalitarismo criminal, porque si el socialismo radical fue una falsa salida al colapso del previo socialismo moderado, una hacia la que la mayoría de los venezolanos se inclinó primero en 1993 para adoptarla decididamente en 1998, ahora el socialismo moderado de cualquier cuño es también una falsa salida a su versión revolucionaria y radical, una que a mediano plazo puede ser la vía expresa de regreso al otro, porque la destrucción moral de largo plazo del socialismo democrático en sus insostenibles sistemas de Estado del bienestar, es mayor incluso que la del socialismo revolucionario.

Y claro, cuando se plantea esto, la respuesta de los creyentes es la negación de la realidad, y en tal esfuerzo no falta quien se agarre al clavo ardiente en la leyenda del bondadoso socialismo sueco, pero la realidad es que tampoco funciona, aunque eso quien mejor lo explica es quien lo vive en carne propia, así que es bueno que Per Bylund les aclare como el Estado de bienestar corrompio a Suecia.

Es mucho lo que está en juego, no es novedad que en Venezuela ruede la sangre en las calles, la criminalidad incontrolada y de ser posible politizada pasó de ser despreciada como lumpen por Marx a ser entendida por sus intérpretes del siglo XX y XXI como un factor revolucionario táctico muy útil para castigar a quienes los socialistas en el poder consideran clases enemigas, que castigue igual o peor a las clases amigas ha de ser un “daño colateral aceptable”, especialmente cuando la propaganda inventa y repite mil veces mitos irracionales y absurdos para atribuir todos los efectos del socialismo, inflación, escasez, racionamientos e inseguridad crecientes a una mítica conspiración de una misteriosa “derecha” omnipresente y omnipotente pero invisible “y derrotada”, mitos irracionales y absurdos para quien conoce el orden espontaneo de la sociedad civilizada con su grandeza y limitaciones, pero en cuya existencia los perfectos idiotas envidiosos de aquí y del mundo entero se empeñan en creer.  Pero ahora la sangre adicional en las calles es la de quienes protestan por los efectos del socialismo en el poder y claman por un cambio de rumbo, y en menor grado la de los que defienden el totalitarismo en ciernes intentando imponer el terror para paralizar de una vez y para siempre toda oposición; el modelo populista de compra masiva de lealtades a medio país y medio mundo  llega a un punto en que predeciblemente las finanzas públicas no podrán sostenerse, una inflación admitida de más de 50% en medio del control de cambios y precios con un severo desabastecimiento y nuevas formas de racionamiento imponiéndose en todas partes por exigencia de nuevas leyes ad hoc nos hablan de una inflación represada en realidad mucho mayor.

En el siglo XIX Bolívar concluía que no había solución, la demagogia y la tiranía le parecían inevitables, y en efecto lo fueron, hoy se podría lanzar la misma maldición sobre todo el continente al sur del Rio Grande, y quizás incluso al norte en dos o tres generaciones de seguir la tendencia actual, o se puede considerar que así como la desesperación de vivir la realidad del socialismo cada vez más clara conduce a medio país a la protesta y a buena parte del resto al temor y la negación, quizás, solo quizás, sería el momento para que una gran parte de esa  intelectualidad asuma su verdadera responsabilidad en lo que vivimos, asuma su error y su culpa, y cambie decididamente de rumbo, no lo creo, no lo espero, no de la mayoría empecinada, sino acaso de muy pocos por excepción, pero sí creo que hay esperanza de un cambio en el campo de las ideas que preceda y forme un cambio de fondo en todos los demás, la única esperanza está en que las ideas de libertad, civilización y orden espontaneo sean las que defienda gran parte de la nueva generación de intelectuales que, en el caso de Venezuela, se han formado en la destrucción material y moral de un socialismo en construcción, pero de uno que aún no llega al totalitarismo necesario para impedirles conocer ideas contrarias a las que al desastroso resultado presente y peor futuro nos conducen. No es mucho, pero es lo único que tenemos, porque sin eso lo único que queda es mantener la validez presente del pesimista diagnóstico de Bolívar en 1830 y aceptar  que más de 180 después, la única cosa que se puede hacer, sigue siendo emigrar,  porque este país seguirá cayendo infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas, una y otra vez sin remedio posible.
















     
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