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La gran pregunta: Socialismo o civilización














Guillermo Rodríguez G.





3erPolo
















 
"La vida, la libertad y la propiedad no existen por razón de leyes hechas por el hombre.
Por el contrario, el hecho es que la vida, la libertad y la propiedad
existen con anterioridad a aquello que hizo a los hombres hacer leyes por primera vez " 
Frederic Bastiat

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Todas las variantes de lo que hoy se llama socialismo difieren en grado y método, pero tienen en común como fondo la irracional aspiración final de un retroceso, tan absoluto, que supera la barbarie, y aún al salvajismo, al buscar recuperar las últimas etapas animales, de una especie que sólo subsiste porque las superó. Lo que afirmo es que ser humano más primitivo no tenía una cultura muy diferente de la de los chimpancés modernos. Los científicos que los estudian nos explican que dichos primates usan un lenguaje, más gestual que fonético, pero compuesto por palabras. Que son capaces de aprender un lenguaje humano moderno de señas y usarlo para comunicarse con los humanos que lo conozcan. También son capaces de complejas conductas políticas. Y lo más interesante: fabrican y usan herramientas. No me parece exagerado decir que los grandes primates son poseedores, no de una, como de varias culturas y tradiciones. Pero en un grado tan primitivo y rudimentario que muchos rechazan aplicarles la palabra “cultura”.

Lo que no han desarrollado estos inteligentes primates es el concepto de propiedad ajena respetable, y el intercambio voluntario, que aseguraron la evolución de culturas humanas hacia estadios superiores de civilización. Los chimpancés pueden haber desarrollado, lenguaje, política y herramientas. Pero ciertamente no han desarrollado, propiedad privada, producción creciente, división del trabajo y comercio. Nuestra especie, muy parecida al “chimpancé”, difícilmente hubiera sobrevivido sí en su naturaleza no hubiera tenido la potencia para crear tal civilización, pues lo que diferencia nuestra especie del resto de los primates es el concepto de la propiedad ajena respetable, desde el cual es útil la conservación de las herramientas. Únicamente cuando la propiedad es respetada… se puede intercambiar voluntariamente. Del respeto por la propiedad ajena nace el intercambio voluntario, y de la combinación de estos dos, la especialización que produce el desarrollo tecnológico. Así la humanidad comienza la acumulación de capital. Pero la acumulación y especialización no dejo de lado por completo el antiguo sustrato cultural más primitivo. El colectivismo que no reconoce la propiedad ajena, por ver los escasos recursos de la subsistencia como “dados” para una u otra forma de rapiña, únicamente puede entender la fuerza, tacita o explicita, para la distribución y consumo inmediato. Es el sustrato más primitivo que nos acompañará, amparado en la envidia, en el interminable camino de la civilización.

El desarrollo de la civilización siempre ha sido amenazado por quienes se organizan para reivindicar el retorno hacia las más primitivas etapas de nuestra especie. Al desarrollo de la propiedad y la acumulación de capital, se corresponden también el desarrollo del bandolerismo saqueador que en lugar de producir e intercambiar voluntariamente se apodera de los productos de la civilización ajena por la fuerza y los usufructúa. El bandidaje errante, es impredecible y terriblemente destructivo. Bajo su permanente amenaza la producción se reduce y el comercio se minimiza. Pero el éxito “militar” de algunos bandidos les permite llegar a desarrollar el monopolio territorial, exterminando a toda competencial. Y con ello, se pueden dar el lujo de imponer tributos. El bandido pierde interés en el saqueo, y se dedica mejor al calcular del más alto tributo que puede imponer, sin que los productores reduzcan la producción. Tal bandido se ha transformado en El Estado. Y los que tal cosa logran, no dejan de darse a sí mismos los altos y nobles títulos, que darán origen a la pomposa “majestad” de todo Estado.

Sin dejar de ser violento, y aún perverso, la mayor amenaza para el desarrollo de la civilización se transformó en su garante. El saqueador se transmutó en defensor de la propiedad y azote de los ladrones. Pero con un costo altísimo para sus antiguas victimas… ahora súbditos. En la medida que lo es en su propio interés monopolista. El interés del Estado originario será sacar el máximo provecho de la población, manteniendo la paz y el orden necesarios, al mínimo costo posible. Fue, es, y será, interés de la población mantener al Estado limitado en las funciones en las le resulta útil, y limitar los tributos para la manutención del mismo al costo razonable de tales funciones. Que el Estado esté al servicio de la sociedad, o la sociedad al servicio del Estado, es la verdadera lucha cultural que la humanidad libra desde que el Estado resultó paradójicamente útil, e incluso necesario, ante la anarquía del bandidaje errante e impredecible.

Pero el interés del Estado por tener la población en su servicio, terminó por apoyarse en inconsistentes sofismas que no son más que la negación de la naturaleza del Estado mismo, y aún de la civilización. Tal paradoja ocurre porque buena parte de la humanidad se empeñe en “aspirar” al retorno hacia los estadios más primitivos de la especie. Y una forma de intentarlo es mediante el uso del Estado para la imposición del colectivismo, muy anterior al Estado, e incluso al gobierno en sus formas más simples. Todo intento de tal naturaleza ha colapsado, y cada intento ha superado al precedente en costo de vidas y sufrimiento humano. Cualquier forma de socialismo es incompatible a largo plazo, con cualquier forma de civilización, por primitiva que esta pudiera resultar. El socialismo es algo perfectamente natural, el problema es que es contrario a la naturaleza humana, se corresponde, eso sí, con la de la naturaleza de la hormiga. Para que el socialismo funcionara en grandes colectividades humanas, tendría que producir un hombre nuevo, con cerebro de hormiga. Un colectivismo no estatista, como el anarquista, sería aparentemente más factible, en grupos humanos pequeños y dispersos. Sí junto con la propiedad se elimina el Estado, el colectivismo anarquista de largo plazo parece teóricamente posible en nuestra especie. Lo único que se requeriría es retroceder al grado de desarrollo cultural en que funcionaba. El de los chimpancés. La cosa no es en realidad más fácil que la de las hormigas. Tampoco es nuestra naturaleza como la del chimpancé. El colectivismo puede estar en la más primitiva e irracional “memoria” de nuestra especie. Pero la capacidad de superarlo, y la potencia para crear una civilización individualista es la característica realmente distintiva de la naturaleza humana. El hombre es la especie dominante del planeta por su cultura, y su cultura se distingue por la propiedad, el intercambio y la especialización… de los que resultan la acumulación de capital, el desarrollo tecnológico (que no es más que la acumulación de capital intelectual) y la civilización. Como especie, avanzaremos en la construcción de grados cada vez más humanos de civilización individualista, o retrocederemos al colectivismo animal, hasta destruir toda forma de civilización humana… garantizando nuestra propia extinción colectiva.

 
















3erPolo

 
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