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En mercados libres: Más producción significa menos contaminación














Guillermo Rodríguez G.





3erPolo
















La gran paradoja de la era de la información
es que ha concedido nueva respetabilidad a la opinión desinformada.
Michael Crichton

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Cada nuevo proceso de producción tiende a generar sub-productos no deseados, pero mientras la producción aumenta, no crecen proporcionalmente tales desperdicios. El gran dilema de la contaminación es que mientras más nuevas tecnologías aparecen, y la producción se incrementa, menos contaminación neta se genera como resultado de los procesos productivos. Si el resto de las circunstancias concurrentes permanece inalterado, menor producción implicará mayor contaminación, pero en realidad el resultado será peor, pues  aquellos cambios de circunstancias de los cuales resultaría esa menor producción implicarán no únicamente mayor contaminación, sino mucha mayor contaminación neta por producto. Si esto es cierto, y lo es, las soluciones del neo-socialismo ecologista no solo traerán mayor pobreza, sino mayor contaminación. Se han adelantado muchos razonamientos afirmando que las sociedades prosperas son capaces de demandar la reducción de las externalidades. Darle valor al aire y agua limpios requiere haber superado la etapa de la lucha diaria por producir la cantidad de alimento necesaria para no morir. Pero la clave del progreso humano ha sido realmente menos dramática, menos generosa y menos consciente. Los desperdicios tienen dos características claves, son muy baratos como insumo, y en las sociedades prosperas la gente está dispuesta a pagar por alejarlos de su presencia.

 

Si se puede encontrar una forma de transformar un desperdicio indeseado en algo deseable, se ha ideado un progreso en los métodos de producción, se ha incrementado la producción y el bienestar de la sociedad y se han reducido la cantidad de desperdicios en el ambiente. Pero nadie lo ha hecho por eso último, sino para enriquecerse produciendo algo que los demás desean a bajo costo. Se trata de una oportunidad que nadie había identificado antes. Esa capacidad de identificar oportunidades es algo inherente a la naturaleza humana que todo individuo posee y aplica, con lo que viene a ser la verdadera clave de la economía real con sujetos activos reales en lugar del principio de maximización de una economía de sujetos pasivos irreales.

 

El proceso de producción de bienes intercambiables parece haber surgido a partir de ideas sobre la forma de usar los desperdicios, no comestibles, del producto de la caza y la pesca. Los huesos y las pieles estaban ahí, se podían desechar o transformar. Y no cabe duda que las primeras industrias capaces de generar bienes especialmente útiles para el intercambio comercial (abalorios) usaron desperdicios contaminantes como insumos de nuevos productos, empezando con la utilización de las partes no comestibles de los animales cazados o rapiñados.

 

Si lo intentáramos expresar por medio de una ecuación a afectos puramente ilustrativos, la neo-malthusiana de I=PAT en realidad debería replantearse, para una explicación de las verdaderas relaciones de causalidad, como:

 

I=TrxRcxAct / PxCpxTxIxDad.

 

Esto es, que el impacto ambiental es resultado de Territorio, por Regulación constructivista, por Apropiación colectiva tradicional; dividido entre Población, por Consumo promedio, por Tecnología, por Innovación, por Derechos de apropiación desarrollados. Aunque la verdad es que una ecuación, sin importar cuanto se trabajase en ella, no representará nunca el proceso real por el que más producción resultará en menos contaminación neta, pues la acción humana no es matematizable en tales términos, entre otras cosas porque la empresarialidad no es reducible a un factor de innovación matemáticamente homogeneizado, ni lo es la información dispersa relevante para el proceso que nos ocupa, o para cualquier otro significativo en economía. ¿Por qué parece tan difícil de aceptar algo de lo que existen milenios de evidencia? En primer porque toda evidencia histórica o prehistórica, arqueológica o documental, se pude interpretar en varias formas. Mientras más se retrocede en el tiempo más vacíos hay en la evidencia. Y el impacto ambiental decreciente es algo que se verifica claramente en una escala de tiempo mayor que el promedio de la vida humana. El único recurso que debería incluir el impacto ambiental decreciente en el terreno del sentido común, es la comparación entre las sociedades muy desarrolladas y las muy atrasadas. Pero sobre esto cae un velo de prejuicios ideológicos, insalvables para el desinformado ciudadano promedio, que confunde su desinformación con información.

 

Es obvio que un para una producción por habitante, de 100 X, con un desperdicio de 80X, y una reutilización del desperdicio como insumo de 10X, tenemos un desperdicio neto 72X. Si la población es de 100 habitantes y el territorio de 10 mil kilómetros cuadrados, el desperdicio es de 7.200X en una producción 10.000. El resultado neto es de 0.72X de impacto ambiental sobre el territorio. Pero si la producción por habitante es de 1.000X con un desperdicio de 100X y una reutilización del desperdicio como insumo de 50X. La misma población en el mismo territorio produce un desperdicio de 5.000X para una producción de 100.000X y un impacto ambiental de 0.5X. Un incremento del nivel de vida del 900% con una reducción del impacto ambiental del 30%. Pero en la medida que la población aumente en el proceso, el impacto ambiental bruto puede ser mayor, aunque el impacto ambiental neto sea mucho menor. Como los incrementos de producción se corresponden con concentraciones urbanas de población cada vez mayores, desde los poblados neolíticos hasta las ciudades de millones de habitantes, el impacto ambiental concentrado en las mismas es necesariamente más alto. Lo curioso es que el común de las personas conocen la contaminación de las ciudades en que viven, con la tecnología que usan, pero sólo imaginan (muy mal) la contaminación de las grandes ciudades del pasado, con tecnologías mucho más simples. La segunda era mucho mayor, y dramáticamente más insalubre, que la primera. La Atenas de Pericles, era mucho más pobre, sucia e insalubre que la Roma de Augusto; pero la Roma de Augusto era algo más pobre, sucia e insalubre que una ciudad del tercer mundo de hoy.

 

De hecho, lo realmente importante es que en la medida que el neo-socialismo democráticamente logre imponer sus tesis neo-malthusianas, sobre cosas como el mal llamado crecimiento sustentable, crecerá el impacto ambiental de la producción reducida y encarecida artificialmente.
















3erPolo

 
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