www.guillermordriguez.net El circulo vicioso de la demagogia |
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La
mayoría de los habitantes de Venezuela aprendió que altos precios del petróleo significan “dinero en la calle”
y con ello oportunidades de ganancia económica y política, tanto personal y colectiva,
como gubernamental y ciudadana, casi para todos… aunque ciertamente más para unos que para otros. También aprendió
la mayoría que precios del petróleo bajos significan “pelazón” restricciones, recortes, problemas y pérdidas
para todos… aunque para unos realmente mucho más que para otros. De la experiencia ya cercana al siglo en el
asunto también deduce el venezolano promedio que la cosa es cíclica, que de alguna forma tras prosperidad viene la
pelazón… y viceversa. Pero lo que no parecieran las mayorías haber captado realmente es que tras cada ciclo
terminamos más pobres que antes, con lo que pese a los periodos de “dinero en la calle” nos hemos empobrecido
material y moralmente en forma creciente y sostenida por cerca de medio siglo. Obviamente algo hemos estado haciendo
muy mal, de hecho cada vez peor, para obtener tan malos resultados durante tanto tiempo. ¿Valdría
la pena detenerse a considerar las peculiaridades de la relación entre circulante, gasto público y precios del crudo en un
petroestado cómo Venezuela? Creo que sí; pero a los efectos de un artículo quizás sea suficiente recordar que alrededor
del 80% de las divisas que ingresan al país son producto directo e indirecto de la exportación de petróleo, que aquél es propiedad
del Estado desde la colonia, y que éste ha sido socialista –aunque heterodoxo– desde hace algo más de medio siglo.
Ello significa que por vías que van del gasto público creciente de un Estado multipropósito, al abaratamiento del crédito
por la expansión del circulante y el subsidio financiero discrecional, se expandirán las cadenas productivas invirtiéndose
capital barato en actividades de rentabilidad marginal y aún negativa, y que ello será “ganancia” en tanto el
precio alto del crudo sostenga la expansión constante del circulante. Pero que aun si el precio no llegara a bajar –hipótesis
muy poco probable en un mercado tan intrínsecamente volátil– tan tipo de expansión es insostenible y conducirá eventualmente
a una recesión. Aclaremos, en honor a la ciencia económica, que no son los precios del petróleo la causa “exógena”
de los ciclos de auge y recesión en un petroestado –la causa siempre es un abaratamiento del precio del dinero que al
tornar aparentemente rentables inversiones inviables impulsa un encarecimiento del resto de los precios y eventualmente de
la recesión– pero que tenemos razones para temer que en los petroestados
tales ciclos amplían su magnitud y daños en la medida que el auge inflacionario coincide con precios del petróleo altos;
en tanto que la coincidencia de la recesión con precios bajos la hace más dura para las finanzas gubernamentales… y
en tan sentido más peligrosa políticamente. El
auge en un petroestado estará asociado a su fatal dependencia del ingreso fiscal petrolero. Según sea más alto el
precio del crudo, más capital destruirán los gobiernos de los petroestados. El manirrotismo que garantiza a los socios
del cartel el acaparamiento del crudo más barato del mercado global por La
concentración del poder político y el capital productivo en pocas y muy privilegiadas manos, muy cercanas a la cúpula
del poder mientras las mayorías dependen de las transferencias de recursos condicionadas a la obediencia al gobernante imposibilita
la operación de las instituciones liberales republicanas del gobierno limitado, y estimula la creciente radicalización
del discurso único crecientemente aplastante –hasta donde las circunstancias lo permitan- y de las
prácticas totalitarias que no son más que la consecuente implementación de aquél radical discurso mesiánico. Contra
eso de nada valen las "unidades" variopintas y oportunistas, ni la política de la antipolítica y menos aún una podrída cuña
del mismo -o muy parecido- podrido palo ideológico. Contra eso únicamente vale la ideología contraria
expresando mejores soluciones a los problemas de las mayorias por medio de un partido político liberal organizado
seriamente y con visión de largo plazo Las
crisis financieras de los petrogobiernos se han venido saldando entre nosotros con la radicalización de modelo perverso del
petroestado. Cada ajuste de cuentas que nos condujo el previo manirrotismo socialista desatado, ha sido seguido de
la voluntad colectiva por aún más descontrolado despilfarro, más concentración del poder, dependencia, clientelismo y destrucción
material y moral de la sociedad. Caen los petrogobiernos, pero se fortalece el petroestado y se incrementan sus vicios,
hasta que la concentración del poder en un petrogobierno y la dependencia de las masas de las limosnas que aquél reparta sean
tales… que ese petrogobierno se eternice sobreviviendo a la crisis que se intensifique y nuestro petroestado llegue
a la etapa de un criollo petrototalitarismo. Finalmente estamos en el umbral
de esa puerta, y aunque quizás sea imposible que no la atravesemos, la verdad es que por terrible que resulte, no es un camino
sin regreso. Al final de cuentas el socialismo –descartando su aislamiento geográfico completo en sociedades
primitivas férreamente estratificadas– es intrínsecamente inviable y su eventual colapso y desmoronamiento no
ha dado ni se dará en la escala milenaria de las grandes civilizaciones, sino en la de décadas en que caen los más destructiva
y largamente sostenidos utopismos febriles entronizados por las más bajas pasiones. Para
llegar al borde de éste abismo es mucho lo que avanzó la privilegiada casta política del socialismo blanquiverde en
el camino al infierno que tomó Venezuela en 1945 –o poco antes– y críticos fueron los aportes oportunistas de
“empresauros” oligopolistas del privilegio protegido… cuando imaginaron ¡oh ilusos! al poder político cayendo en sus manos como fruta madura, sin más esfuerzo que el de completar la zapa
de un primer socialismo criollo que ya se desmoronaba por su propio y podrido peso, sin ofrecer nada en su lugar,
más que sus injustificadas ambiciones de mando. De aquellos polvos vienen estos lodos, aunque ni a los de antes ni a los de
ahora les sea posible admitir tal realidad como lo que es. Hasta ahora hemos tenido socialismo “a medias” el
país fue medio socialista para los pendejos a los que les tocaba el pellejo del sistema mixto, y medio capitalista para los
vivos que se agarraban el lomito sin mucho esfuerzo. Ahora nos anuncian que el país se dirigirá al socialismo completo…
pues aunque es más fácil anunciarlo que hacerlo, eso lo que significa es que todos seremos obligatoriamente pendejos –excepto por el mercado negro que acompaña a todo socialismo “completo” de forma
tan arriesgada con inevitable– y sólo quedará algo de lomito para la “nomenclatura” del partido único más
cercana al supremo caudillo vitalicio. Al menos así han funcionado, hasta la fecha, todos los socialismos “completos”
sin excepción alguna. Quizás no sea en realidad posible instaurar eso en las condiciones actuales de Venezuela, pero de que
nos acercaremos a ello mucho más de lo que hubiéramos creído cuando temíamos en medio del inevitable colapso del puntofijismo
que algo peor aún ocuparía su lugar… algo que difícilmente hubiera sido alguno
de los oportunismos destructivos que tanto abundaron en el periodo que va del
inicio del colapso definitivo del puntofijismo al final de la transición de las chiripas… y que en cierto sentido se
extiende a los primeros años del neosocialismo radical en el poder. Así las cosas, pensar que un gobierno como el actual perderá el poder por una caída de los precios del petróleo,
cosa ya difícil… y que lo que lo sustituya no resulte todavía peor tras desmoronarse por aquello y sin alternativa
real no sea algo todavía peor, cosa del todo imposible… es la quinta esencia
de los que los estadounidenses llaman “wishful thinking”. Cierto es que una cosa
pudiera coincidir con la otra y la primera pudiera incidir sobre la segunda, pero a todas luces está muy lejos de ser suficiente
una como la eventual baja de precios del crudo para causar la otra como la salida
del poder de un socialismo radical reciente que entró en sustitución de otro socialismo moderado y agotado. Hace falta
algo más, y no tiene nada que ver con charreteras trasnochadas, ni otras aventuras sin destino cierto, sino con el ABC de
la actividad política contemporánea. Una alternativa política real ha de ser ideológica y cultural, ha de ser no sólo diferente,
sino incluso opuesta a lo que pretende sustituir… pero ha de ser opuesta como solución esperanzadoramente mejor a los
mismos problemas sobre los que el socialismo de ayer y hoy desarrolló su mitómano discurso. Pero eso requiere formación,
organización, propaganda y práctica política real… lo que a su vez requiere un enorme esfuerzo y un relativamente largo
periodo de tiempo. ¿Qué hacer para armar realmente esa alternativa al socialismo empobrecedor?. Indudablemente mucho, demasiado
para tratarlo en un artículo… pero no demasiado como para resumir lo más importante en dos o tres. Así que: Hasta la
próxima si le parece que vale la pena continuar con el tema. |
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