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Solución vs. Negación: Irracional arrogancia del pendejo irredento














Guillermo Rodríguez G.





3erPolo
















Gana primero y entabla la batalla después.
Sun Tzu

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Los resultados electorales fueron los que predecían las encuestas serias, esperaba cualquiera que al que no le dé terror recorrer algunos barrios y hablar con la gente que en ellos vive, y reconoció públicamente el principal candidato perdedor. El socialista opositor reclamó desde el abuso de poder y el ventajismo –en lo cual le sobra razón– hasta un presunto abultamiento de los resultados del socialista gobernante. Quizás... pero primero tendría que probarlo y segundo no hace mucha diferencia el perder un juego de pelota 14 a 5 que 12 a 7 carreras.

  Ante el resultado, que a nadie debería sorprender surgen los mitos y las explicaciones. La causa de los mitos es la imposibilidad mental de reconocer la realidad del resultado por aquellos a los que tal reconocimiento les significaría ver desmoronarse el castillo de naipes de todos los anteriores mitos en los que basan su tranquilidad mental. El jefe del socialismo opositor, para aquellos, puede ser un miserable traidor o una patética víctima, pero nunca un político serio que reconoció un resultado real –con todas las prevenciones que quieran sobre las magnitudes– en cuanto a quien ganó y quién perdió. Con los mitos que se inventan los irredentos de la negación no vale la pena perder tiempo, pues para derrotar al socialismo –gobernante y opositor– aún en su irracionalidad pueden jugar un papel útil –aunque muy secundario y sin dejar de estorbar– sin necesidad de salir de su patológico estado mental.

  Para el socialismo en el poder toda esa mitología de sus adversarios es muy convenientes, después es prácticamente imposible que le derroten realmente quienes niegan la realidad más tangible y evidente como primera premisa de su accionar político. Otro asunto, son quienes reconocen la realidad de los resultados y se dedican, no a explicarlos, sino a justificarlos. Esos han superado finalmente la irracional arrogancia del pendejo irredento que resulta el tonto más útil posible al gobernante que tan visceralmente odia. Las justificaciones vienen por dos lados, de una parte están quienes culpan del resultado a los que no votaron, o votaron nulo. Como la mayoría reconocen que su candidato era, o un populista socialista empobrecedor, un mentiroso redomado, o una combinación de ambos, el suyo es el argumento inmoral de “el fin justifica los medios” que nos ha conducido al foso en que nos encontramos y que sólo puede seguirnos hundiendo allí. Pero también es una enorme tontería, pues para argumentar en torno a ello tendrían que hacerlo mediante la estadística científica, apoyados con encuestas y cualitativos de tendencia centro por centro de votación –no en grandes números– con lo que su empeño en sacarse una hipotética posibilidad de inversión de los resultados desaparecería. Pero ante el hecho de que la ciencia estadística desmienta irrefutablemente su pretensión, se limitarán a negar la ciencia estadística. Igual pueden negar las matemáticas o la redondez de la tierra, da igual.  El problema con éstos es que no admiten aterrizar en un hecho que hoy es indiscutible: la oferta del candidato socialista opositor y su lenguaje hacían imposible la más remota esperanza de victoria electoral para él.

De otro lado hay un análisis que, aunque erróneo, ya comienza a resultar más serio. Es el de los que se han tropezado de golpe con la coincidencia de dos juegos de números. De una lado encentran que los estudios de la UCAB en el Proyecto Pobreza, y el libro de España y otros de aquél surgido, les informan que alrededor del 60% de los venezolanos tiene una mentalidad premoderna para la cual la riqueza es algo dado que se reparte desde el poder, y no algo que se pueda producir por esfuerzo propio. Mientras que para el 40% de mentalidad moderna la riqueza es el producto del trabajo y el esfuerzo, antes que cualquier otra cosa. Coinciden los grandes números, lo que los hace concluir que los premodernos habrían votado por el socialismo en poder y los modernos por el socialismo opositor. El problema fundamental es que la oferta electoral del socialismo opositor era tan premoderna como la del socialismo gobernante, pero mucho menos creíble. Así que no hubo enfrentamiento conceptual entre la mentalidad premoderna y moderna en las elecciones, sino entre un discurso premoderno bien articulado y creíble apoyado en el abuso y ventajismo del poder del Estado. Y un discurso premoderno internamente contradictorio, poco creíble y destinado inevitable a no sumar más que el antichavismo militante que votaría por cualquier cosa que se opusiera al caudillo que visceralmente rechaza.

  Hay dos errores en tal aparente coincidencia, el primero es suponer que la clase media tenga mentalidad moderna y la clase baja premoderna. Hay un importante porcentaje de sujetos con mentalidad premoderna en la clase media y alta, y un importante número de sujetos con mentalidad moderna en la clase baja. Y ello es porque gran parte de la clase media surgió y prosperó en una relación premoderna con la riqueza del Estado, mientras gran parte de los habitantes de los barrios tienen que vivir de su trabajo y logran prosperar con ello. El socialismo, que es lo premoderno, está muy arraigado en la clase media venezolana porque de él vive, mientras que el capitalismo, que es lo moderno es de lo que ha vivido la mayor parte de los eufemísticamente llamados sectores populares, pese a que la ida de formar parte de ellos sea en general tan impopular que todos sus integrantes luchan por dejar de serlo, unos con el trabajo de lo que da prueba el extendido sector informal de la economía, otros con la politiquería de lo que es muestra la enorme maquinaría electoral montada en función del presupuesto público por el socialismo gobernante –y en menor medida por el socialismo opositor con presupuestos públicos locales– y los menos por medios ilegítimos.

  Al pobre de mentalidad moderna, que es el que quiere dejar de serlo por su propio esfuerzo, el socialismo gobernante le dice muchas cosas que no le gustan, pero le ofrece unas pocas oportunidades de las que no disponía, y moderno al fin las tomará y aprovechará razonando que peor es nada. El socialismo opositor le dice algo muy confuso que suena a mentira, y en caso de duda, le es suficiente ver a esa clase media que identifica completamente con aquél en su absoluto desprecio y real odio hacia él; y sus aspiraciones.

  El odio de clases no lo inventó el socialismo gobernante, lo encontró a flor de piel en la minoría y dormido en la mayoría, y sacó de ello las obvias conclusiones del demagogo. Quienes ponen los cubiertos del servicio domestico separados de los propios y al lado del plato de perro, transmiten un mensaje demasiado claro, aunque no lo sepan.

La solución resulta abrumadoramente simple y terriblemente trabajosa. Se trata en efecto de construir un mensaje y un movimiento político que le hable claramente a los venezolanos de mentalidad moderna, que creen que la riqueza debe ser producto del trabajo y que notan que el peso del Estado es mucho más un estorbo que un apoyo. Sumar ese 40% que es el sector productivo en todos las clases sociales, especialmente en las más pobres y allegarle una parte significativa de aquellos con mentalidad premoderna no requiere de engañifas socialdemócratas, ni socialismos deslavados de tipo alguno. Requiere de plantear seria y sistemáticamente un hecho simple e indiscutible, el socialismo depende de la propiedad y el control (también indirecto por la regulación y la redistribución) de los medios de producción por el Estado. En Venezuela alrededor del 80% del capital no residencial pertenece al Estado, y en tales condiciones es imposible limitarlo a sus funciones naturales para establecer un sistema capitalista que nos saque de la pobreza en la que, como sociedad, nos estamos hundiendo desde hace décadas. Transferir universal y gratuitamente la propiedad y el completo control de esos activos mercantiles del Estado, empezando con PDVSA y el subsuelo, a todos y cada de los venezolanos es la única forma de empezar a romper el nudo gordiano del socialismo populista clientelar. Sin eso no habrá jamás Estado limitado en Venezuela: y sin aquél el capitalismo venezolano no saldrá jamás de la marginalidad a la que está reducido. Eso, y no el socialismo opositor es la oferta política que no sólo tiene la capacidad de derrotar eventualmente al socialismo gobernante, sino de cambiar el rumbo de la miseria a la riqueza. Y eso, es sólo el principio.
















3erPolo

 
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