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Ni Chávez es invencible, ni Venezuela es Perú














Guillermo Rodríguez G.





3erPolo
















Sólo un largo período de guerra podía permitirnos utilizar al máximo nuestras buenas cartas políticas, sobreponernos a nuestra desventaja de falta de material y transformar nuestra flaqueza en fortaleza. Mantener e incrementar nuestras fuerzas fue el principio al que nos adherimos, contentándonos con ataques cuando el éxito era seguro y rehuyendo batallas en las que podíamos sufrir bajas. 
Vo Nguyen Giap

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La razón para citar al General Giap al hablar de política, es que tan cierto como la conocida cita de Clausewitz sobre que la guerra sea la continuación de la política por otros medios, cruentos y bárbaros sin duda, es que la política sería en cierto sentido la continuación de la guerra por otros medios, generalmente incruentos y ciertamente más civilizados, aún en sus peores momentos. Pero la estrategia de la política y la guerra son similares, diferentes son los medios y el costo humano. Y en materia política, la estrategia continental del neo-socialismo que encabeza el poderoso caudillo que rige Estado venezolano sufrió una inesperada –para sus adláteres– derrota táctica en las elecciones del Perú. El apoyo incondicional y notorio del presidente de Venezuela, que fuera un activo político para su candidato Ollanta Humala, se transformó para el aspirante a reconstructor del Tawantinsuyo en un pasivo por la habilidad de un clásico demagogo de la vieja escuela del socialismo latinoamericano del siglo XX.

 

Pero es muy diferente enfrentar política y electoralmente la promesa del neo-socialismo que apenas asoma la cabeza, que enfrentar a la cabeza del neo-socialismo continental sentada sobre los recursos petroleros del Estado venezolano, en la actual coyuntura del mercado petrolero. Es la diferencia entre un populismo neosocialista que intentó comprar votos “a crédito”, y casi ganó... y un neo-socialismo que los compra al contado y pagando por adelantado con todo el poder de un omnipresente petroestado. Las consecuencias a la larga serán nefastas, porque en materia de petróleo cuando comparamos la PDVSA revolucionaria con la PDVSA “meritocrática” del puntofijismo, lo que tenemos es la meritocracia llevada hasta las últimas consecuencias. Nadie sabe cuál es la verdadera situación de PDVSA, pues para vergüenza de Venezuela como país, esa situación se reflejaba a través de los datos aportados por organizaciones reguladoras del mercado de valores de los Estados Unidos, por la doble obligación de entregar información que se establecía por la propiedad de PDVSA de la petrolera norteamericana CITGO con sus refinerías y red de gasolineras, así como por la emisión de bonos de endeudamiento de la empresa petrolera estatal venezolana. PDVSA debía presentar anualmente unos balances en los EE.UU. con una serie de informaciones contables que quedaban a disposición del público, pero en la medida que la actual administración revolucionaria tiende a retirarse de ese modelo, la única información disponible realmente es el número de barriles que PDVSA dice que produce.

 

Lo que no se señala jamás, en realidad, es el precio de venta de su producción, porque cada vez más depende de los convenios con muchos países beneficiados con precios preferenciales, desde  el suministro a alcaldías sandinistas... a ver si gana las elecciones Daniel Ortega hasta los convenios con gobiernos aliados de la revolución, como Cuba –que de acuerdo a lo cercano de la alianza, se traducen en mayores descuentos y ventajas en precios y condiciones del suministro de petróleo venezolano– lo que obliga nos a realizar cálculos estimativos bastante complejos, pues todos esos convenios –y promesas presidenciales que nunca se sabe si se quedarán en promesas o se traducirán en la entrega de petróleo preferencial en cualquier rincón del mundo que visite cualquier día el presidente de Venezuela– pues todos esos factores afectan el precio real del petróleo venezolano.

 

Sobre PDVSA sólo se puede saber cuánto paga de impuesto, porque hasta la fecha es una información pública, pero la triste realidad es que cuando era una empresa gubernamental “meritocratica” en la que la más crítica información estratégica que debía ser secreta para cualquiera, sobre geología y yacimientos –para empezar, pero no para terminar– presuntamente terminó aquella en manos de sospechosísimos “outsourcing´s”  mientras la información contable que debía ser pública para los Venezolanos no lo era –excepto por la patética vía de la regulación extranjera– al ser una operadora revolucionaria entregaría presuntamente, a otros socios –en otra forma de nuevo “outsourcing” a los mismos efectos del viejo– nada menos que la formula, licencias y un presunto etc. de su único gran éxito tecnológico en el desarrollo de productos... la alguna vez estratégica Orimulsión. Así que las cosas presuntamente se parecen, aunque cambien los actores, porque cuando el petróleo estaba a 8 dólares el barril la PDVSA de los meritócratas logró reducir el aporte fiscal petrolero de 52% a 23%, luego con un precio diez veces mayor, la PDVSA revolucionaria colocó ese aporte en un aproximado del 27%.

 

Lo único que se parece evidenciarse cada día que pasa es que en materia de petróleo la revolución es la Cuarta República a la quinta potencia, después de todo los revolucionarios acusaban a los “meritócratas”, con razón, de dos cosas:

 

1- Poner información estratégica valiosa –del tipo que cualquier corporación transnacional petrolera mantendría en secreto por todos los medios a su alcance– en manos de unos “outsourcing” con empresas, directa o indirectamente, competidoras.

 

2-  Invertir en aumentar una capacidad de producción en contra de la política de estado de restringir tal producción para mantener el precio alto. Mayor producción a menor precio, o menor producción a mayor precio, es algo que no decidirían los meritócratas, que son gerentes y cuya obligación era aplicar eficientemente la política del accionista (nos dicen los revolucionarios) y uno siente que en eso de defender los derechos del dueño de las acciones contra los díscolos gerentes ocupados a que todo se invierta adentro, en contra de los deseos y necesidades del accionista, no es algo en lo que andarán descaminados de la verdad, acaso se descaminaron del estatismo, aunque si la empresa es estatal, que más les da.

 

Y se pregunta uno:  ¿En que se diferencia lo que pasó con la Orimulsión y los nuevos “amigos”  de lo que pasó antes con la información geológica y los viejos “amigos” gringos?

¿En que se diferencia el plan de inversiones de la PDVSA revolucionaria, cuyo objetivo declarado es incrementar dramáticamente la capacidad de producción (que no se utilizará) de los de los meritócratas?

 

Tampoco hay mucha diferencia entre los “razonamientos” del ex ministro Gumersindo Rodríguez, quien afirmaba que el petróleo jamás bajaría de precio, y que la deuda que se adquiriera con petróleo a 15 se pagaría con petróleo a 50... Y miren que cosa, eventualmente estuvo a 8 dólares el barril, la deuda se pagó con devaluación, inflación, empobrecimiento y crísis que sufrió el pueblo de Venezuela... y hoy está a más de 50, y el presidente Chávez dice que jamás bajará de 50 y que pudiera subir al “infinito”... porque eso le dicen sus “gumersindos” e igual que el ex-presidente Pérez  creé lo que quiere creer, y sobre la base de lo que quiere creer contrae deudas, reparte subsidios y otras dadivas, y compra popularidad dentro y fuera. Con dos espantosas diferencias... la primera que aún estamos sufriendo los efectos nocivos de los errores del pasado lejano y cercano, y que el nuevo caudillo del socialismo venezolano no se conforma con el papel folclórico de “líder tercermundista” sino que pretende colocarse a la cabeza de la construcción global del neo-socialismo que en el siglo XXI pretende sustituir al caído socialismo soviético del siglo XX. Cosa tan o más inútil y condenada al fracaso que el folclórico tercermundismo, pero mucho más costosa y riesgosa en la que se emplearan a fondo los recursos petroleros venezolanos, adentro a punta de misiones comprando votos de donde sea y al costo que sea, mientras el precio del petróleo aguante, y más aún mientras el endeudamiento agente –sabemos por triste experiencia que aguanta mucho más que el precio– pero también afuera, también al costo que sea y en una escala que para un país del tamaño y características de Venezuela es inimaginable.

 

Oponer a eso un derrotado ex guerrillero, fracasado ex candidato y lamentable ex ministro chiriperico, un gobernador adeco políticamente exitoso solo regionalmente en el momento de mayor debilidad del socialismo adeco... o cualquier alternativa que no sea la radicalmente opuesta, es tan necio como olvidar que Perú no es Venezuela, y que lo que derrotó el “adeco” peruano con votos prestados y una estrategia de candidatura brillante, es el equivalente al Chávez de 1998, no al del 2006. O lo que es lo mismo... esa “oportunidad” –que en realidad no era oportunidad más que de sacarle el cuerpo temporalmente a un problema que después sería peor–  como muchas otras ya pasó y se perdió en Venezuela –posiblemente fuera lo mejor en realidad–. Pero la verdad es que éste es el tiempo de hacer radicalmente tienda aparte de todos los socialismos para construir paso a paso la real alternativa, y de seguir por medios políticos, pacíficos e incruentos, la estrategia de Giap para una lucha de largo aliento contra un enemigo con infinitamente más recursos... hasta derrotarlo.  Y a decir verdad el tiempo se está acabando sin que muchos que recuerden como ganó el neo socialismo las elecciones de 1999 en Venezuela, de tan emocionados como quedaron porque ganó el paleo socialismo las del 2006 en Perú... olvidando que no son peruanos y que la derrota del de aquí, al poner la cara tan notoria y estruendosamente por su apadrinado de allá, fue ¡por lo pelos!. Quedando Humala, por ahora, como el jefe indiscutible de una poderosa oposición parlamentaria en Perú.
















3erPolo

 
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