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![]() www.guillermordriguez.net Un proyecto global... ¡Neo-comunismo a realazos! |
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La
ministra de economía de Argentina, un día cualquiera y en medio de una presentación de números que algunos dicen
que mostró un déficit, y ella que demostró un superávit, deja caer como quien menciona algo obvio y de paso, que el
gobierno Venezolano compraría, otros nuevos, cerca de 300 millones de deuda soberana Argentina.
Y en efecto eso ¡ya no es noticia! Se comenzaría a dar por obvio que si las cuentas de los socialistas del siglo XXI
en el continente no cuadran... el gobierno Venezolana les podría los reales que les falten. Y ya que
el Presidente de Venezuela comienza a declararse líder global del neocomunismo (y ese aspecto del “proceso”
apenas está empezando) el estilo financiero de ese liderazgo –que se esboza auto-destructivamente parecido
en eso al soviético– si que es noticia nueva y mala. Porque mientras el presidente de Venezuela se
compromete a regalar recursos del Estado venezolano por el mundo, compra deudas externos de terceros y parece dispuesto hasta
a comprar elecciones para sus aliados a punta de petróleo, intentando algo tan inevitablemente infructuoso,
a largo plazo, como el esfuerzo de construcción internacional del nuevo socialismo post-soviético a petrodolarzazos,
la deuda pública venezolana crece cual bola de nieve que cae por la pendiente de un gobierno que paga el vencimiento de sus
deudas con nuevas deudas, mientras los expertos ven los rastros de presuntas corruptelas revolucionarias por
todos lados. Pero eso está en la naturaleza del socialismo, que no es otra que la transferencia de los pobres y trabajadores
de allí dónde el socialismo se construya, a los ricos y vagos revolucionarios “profesionales” de casa y del mundo
entero. Que Venezuela, por mucho que sea el petróleo es muy chiquita y pobre para subsidiar todo lo que subsidiaba
por el mundo la extinta URSS mediante la explotación del pueblo ruso, es matemáticamente obvio. Pero los socialistas –del
siglo que sea– no sacan esas cuentas burguesas... excepto cuando las ajustan con devaluación en inflación. No es nuevo
que el gobierno nos meta la mano en el bolsillo. Desde que se estatizó la industria petrolera, los gobiernos se adueñaron
del ingreso de divisas de Venezuela y pudieron endeudarse sin limite con una deuda impagable, para generar un festín
de prosperidades falsas y luego equilibrar su déficit para pagar lo impagable devaluando. Cada devaluación significó una transferencia de recursos de la totalidad de la población al Estado,
que es tanto como decir que la totalidad de la población ha sido robada por medio de devaluaciones inflacionarias,
para financiar el exceso de gasto de una serie de gobiernos tan grandilocuentes como corruptos. Los
liberales de Venezuela proponemos resarcir a la victima, tomar la mitad de aquellas propiedades del Estado ladrón que no se
dediquen estrictamente a sus funciones naturales –empezando por la estatal petrolera PDVSA y sin descartar
del subsuelo al espacio radioeléctrico– y repartirlas a partes
iguales entre la población victima de décadas de robo y los demás acreedores.
¿Acaso importaría que quien recibe lo suyo se lo gaste en caña blanca para celebrar, lo emplee en cultivar las bellas
artes, financie un partido político o monte un negocio? Pues ¡NO! y mil veces no, ¡no nos importa! porque una vez resarcida
la victima, ya no es asunto nuestro lo que los demás hacen con lo de ellos. El que equipara regresar lo robado con regalar
lo ajeno, es inmoral... o irracional... o las dos cosas. Las personas
comunes nos esforzamos para pagar nuestras deudas, podemos atrasarnos y luchar por ponernos al día recortando gastos y trabajando,
y ambas cosas se notan casi siempre a simple vista, cosa que se torna endémica y peligrosa, especialmente en una economía
que tiene décadas de caída del PIB por habitante y en la que las bonazas no han pasado de “alegrías de tísico”,
pero quienes gobiernan parecen razonar sobre ingresos, deudas y gastos que nos afectan a todos en términos completamente inversos...
y obtener grandes aplausos por aquello que a los particulares les ocasionaría los efectos contrarios. Sí un borracho
gasta todo lo que gana en aguardiente, pero pide fiado en la bodega para llevar comida a su casa, y el bodeguero le exige
que pague la comida, como pagó el aguardiente. ¿Puede ese individuo acusar al bodeguero de quitarle la leche a sus hijos?
No, pero lo hace. Y en nada cambiaría el asunto el que en lugar de aguardiente se hubiese gastado los recursos en el cultivo
de las bellas artes, la búsqueda contemplativa de la iluminación... o el más noble, maravilloso y estético objetivo
imaginable. La leche de los niños es asunto del padre; y la bodega es asunto
del bodeguero. Si el bodeguero no cobra, los hijos sin leche serán los suyos. Así de simple. Muchos
pueden reclamar que hay quien no tiene para llevarle leche a sus hijos, pero yo he escrito de individuos que si tienen con
que.... y se lo gastan en otra cosa. En esto, por duro que parezca, podemos estar casi todos de acuerdo. Hay que arroparse
hasta donde la cobija alcanza, y algunas cosas son más importantes que otras. Lo que
es bueno el padre de familia, debería serlo para el gobernante, pues vivimos en una sociedad que pretende que los gobiernos
se comporten como padres, esperándolo todo de ellos, sin poner esfuerzo alguno de por medio. Todos se sienten con derecho
a exigir del presupuesto recursos para lo que a bien tengan. Las ONG´s, Los partidos, los deportistas, los artistas, etc.
etc. etc. se creen en el sagrado derecho de pedirle al papá gobierno que les dé, para su muy importante iniciativa. Pero resulta
que -dejando aparte que el gobierno no es papá de nadie- no alcanza para todos. Decía que
algunas cosas son más importantes que otras, y en el caso del gobierno, más importante es la policía, el ejercito,
los tribunales y las cárceles. La verdad es que en todo el país vivimos en medio de la inseguridad, las fronteras son penetradas
por enemigos armados extranjeros, los jueces manejan miles de casos al mismo tiempo, con lo que humanamente, nada pueden juzgar...
y en proporción a la población e índice delictivo hay menos cárceles del mínimo
necesario. |
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