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![]() www.guillermordriguez.net Crímenes, política y politiquería |
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Venezuela
reacciona ante espantosos crímenes que rebasan la capacidad de asombro y desencadenan la indignación de una población que
protesta en las calles el vil asesinato de los secuestrados jóvenes hermanos Faddoul y el señor Rivas, su chofer. Esto ocurre
tras pocos días de conocerse el espantoso secuestro, tortura y asesinato del empresario Filipo Sindoni. Y aún fresco en la
memoria el terrible asesinato de estudiantes del barrio Kennedy. Debemos entender, recordar y reclamar que todos estos crímenes
son síntomas horrendos de un mal generalizado que ha costado esas y otras muchas vidas igual de jóvenes, igual de trabajadoras
e igual de productivas. Menciono estos tres crímenes, sin olvidar tantos otros, porque lo que todos los crímenes terribles
tienen en común es la esperanza de impunidad que animaba a los criminales en la creciente inseguridad que sufrimos. No se
trata de algunos terribles casos aislados, son muchas más las victimas de crímenes igual de terribles para un pueblo que pierde
día a día su juventud, sus trabajadores y sus empresarios en los jóvenes asesinados en las calles sin que se sepa por que,
ni por quién, en los trabajadores muertos en cualquier esquina, en cualquier atraco, y en el desangramiento de su empresarialidad
con bodegueros, informales y microbuseros atracados y asesinados con espantosa frecuencia. Quizás
sea con los crímenes más emblemáticos que llegue el castigo para algunos delincuentes que muchos otros crímenes cometerían
antes impunemente. Esperemos al menos eso. No es menos espantoso que unos oficiales de policía se dedicasen a la técnica nazi
de ocupación, asesinando inocentes al azar como respuesta al asesinato de funcionarios por delincuentes, que el que delincuentes
logren disfrazarse exitosamente de funcionarios policiales para secuestrar y asesinar, o el que fueran funcionarios corruptos
trastocados en criminales. En medio de todo enerva que criminales con o sin placa –con el castigo esperamos la verdad
en todos los casos– asesinaron vilmente un fotógrafo de prensa que hacia su trabajo La
violencia es hija de la impunidad, y la impunidad es hija del estatismo de ayer y hoy. Cada día tenemos más estatismo, y con
ello, cada día tenemos más violencia, porque cada día tenemos más impunidad. El secuestro es un crimen terrible porque para
los criminales organizados representa un mínimo de riesgo y un máximo de ganancia. Es por ello que la legislación debe ser
tan severa con ese tipo de crimen, y más con sus agravantes, como eficiente la policía, justos y capaces los fiscales y jueces,
además de apropiadas y suficientes las prisiones. La falta de recursos, la corrupción y la irresponsabilidad politiquera oportunista
de tirios o troyanos no debe alejarnos de la realidad objetiva en esto. Los
liberales tenemos que rechazar la politiquería barata que intente “capitalizar” el dolor y la indignación. Y tan
politiquero es el intento de calentar la calle para “otra cosa” desviando la legitima indignación pública que
exige de las autoridades que tienen los monopolios de la violencia legal y la administración de justicia una respuesta. Como
es el pretender colar una Ley de Policía Nacional, como respuesta a la violencia que es producto de las insuficiencias que
el Estado Venezolano ha venido acumulando e incrementando por décadas. No es responsabilidad de todos, ni de la sociedad.
Ni es por falta de coordinación policial. Es responsabilidad del Estado, de quienes lo manejaron ayer y de quienes lo manejan
hoy es la responsabilidad de producir las condiciones para esto. De quienes lo manejan hoy es la responsabilidad de alcanzar
soluciones verdaderas hoy. Que
hay corrupción e impunidad en cuerpos policiales, es obvio cuando hemos visto como han llegado diferentes policías, de diferentes
cuerpos, a ponerse de acuerdo para transformarse en delincuentes organizados para los crímenes más terribles. Y que no hay
suficientes jueces, suficientes fiscales, suficientes cárceles, no es algo que se solucionará aprovechando la oportunidad
para crear un único cuerpo policial nacional manejado por el gobierno central. En tal escenario, las dificultades para la
coordinación de la corrupción que hoy presenta el que sean muchas las policías desaparecerían. La facilidad de la corrupción
aislada en pequeños cuerpos policiales aislados también. Es una suma 0. Despreciable politización es afirmar que
una Ley de policía nacional resolvería algo por si sóla actualmente. Primero porque bajo un régimen socialista -del
siglo XX o del XXI- tal Ley sería inevitablemente un instrumento de control político e ideológico. Y segundo porque un país
federal, como supuestamente es Venezuela, lo que requiere es una Ley Nacional de Policías que ordene efectivamente el bochinche
actual por la vía federal. Lo primero que necesitamos es una verdadera policía de policías. La cosa es que el problema
policial es parte del problema integral de la seguridad -y no se solucionará con ley o reestructuración alguna sin solucionar
el de los tribunales y las cárceles- pero más aún, sin solucionar el de las funciones del Estado, cuando la impunidad está
en la falta de un Estado que se dedique efectivamente a sus funciones básicas e irrenunciables. Las funciones naturales del
Estado son las represivas, ni más ni menos, y no las está cumpliendo porque está muy ocupado en cosas que no son su función. |
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